RECTA FINAL HACIA LA LUNA

La cosmonave 7K-L1 adaptada para el primer vuelo del N-1 (Foto: Mark Wade)    El grupo de cosmonautas elegido para el alunizaje vivía con intensidad esta última y decisiva fase de la conquista de nuestro satélite. Desde marzo de 1968 permanecían en la Ciudad de las Estrellas, entrenándose para el evento que nunca llegaría a producirse. En el gimnasio del centro había sido instalada una simulación de la superficie lunar con la intención de que los cosmonautas se acostumbraran a andar sobre ella, y varios de los candidatos efectuaron numerosos aterrizajes pilotando helicópteros, en busca de obtener suficiente experiencia para ese supremo momento.

    Oleg Makarov y Alexei Leonov, inicialmente seleccionados según algunas fuentes para el primer vuelo circunlunar, fueron transferidos y elegidos para el primer intento de alunizaje. Quizá de forma algo optimista, los dirigentes consideraban posible dicha misión para finales de 1969 o principios de 1970. Las dificultades encontradas en el desarrollo del cohete N-1 estropearían tales predicciones.

    Para que el programa soviético tuviera alguna posibilidad de éxito en las fechas previstas, era imperativo efectuar el lanzamiento del primer N-1 cuanto antes. Debido a la complejidad de la primera etapa del cohete, se esperaba mejorar el diseño del vector gracias a la información que suministrarían los vuelos de prueba. Sin ellos, el N-1 no podría ser considerado un vehículo seguro y los viajeros lunares tendrían que alcanzar la órbita terrestre mediante otros medios, complicando aún más si cabe las operaciones.

Isayev y su grupo desarrollaría el módulo de propulsión superior de la L-1A (Foto: MM)    Es por eso que el despegue fallido del primer N-1 tendría una repercusión muy importante. El vehículo (11A52), con número de serie N1-3L (V15003D), había sido colocado en la rampa de lanzamiento a mediados de enero. Las verificaciones se desarrollaron de forma más o menos correcta, y todo quedó preparado para un vuelo que se llevaría a cabo a mediados de febrero. Sobre el gigantesco cohete había sido instalada una maqueta del módulo LK y una nave completa procedente del programa circunlunar. Esta última sustituía provisionalmente a la Soyuz LOK.

    Como sabemos, la en este vuelo llamada 7K-L3S o 7K-L1A (11F92) consistía en una L-1 equipada con alguno de los sistemas utilizados en la Soyuz LOK, como por ejemplo, el módulo de propulsión y orientación (DOK), que había sido colocado en la cúspide de la cosmonave. Gracias a la potencia del cohete, esta versión podía ser colocada en órbita alrededor de la Luna y maniobrar en ella. Su objetivo principal sería la verificación del funcionamiento del cohete N-1 y la toma sistemática de fotografías para confirmar la viabilidad de varias de las zonas de aterrizaje propuestas hasta entonces. Para ello, el lanzador colocaría a su carga útil (Bloque G + Bloque D + 7K-L1A, totalizando unas 70,5 toneladas) en una órbita de aparcamiento baja de unos 204 por 287 kilómetros. La posterior actuación del Bloque G situaría al resto del vehículo (20 toneladas) en ruta translunar. Tras un viaje de 3 días y medio, el Bloque D accionaría su motor para frenar y colocarse en órbita. La estancia alrededor de la Luna se reduciría a unos dos días, al término de los cuales el Bloque D llevaría a la 7K-L1A de nuevo a la Tierra. A su regreso, la cápsula de descenso permitiría recuperar las imágenes obtenidas para su posterior análisis.

El carenado del N-1 3L llega para ser integrado junto al cohete (Foto: Mark Wade)    El 21 de febrero, superado un retraso de 24 horas por malas condiciones meteorológicas, el primer N-1 despegaba finalmente desde Baikonur. Con él viajaban muchas de las esperanzas soviéticas para aquel final de década. Esperanzas que se vieron defraudadas cuando, apenas media docena de segundos después de la ignición, dos de los motores de la primera fase (el 12 y el 24) se apagaron de forma súbita, probablemente por un error del sistema de control KORD. De inmediato, el cerebro electrónico del cohete reconfiguró a todos los demás para compensar la pérdida (el vuelo podía proseguir incluso con cuatro motores parados), pero, hacia el segundo 66 de vuelo, en el momento de máxima presión aerodinámica, una extraña vibración se hizo sentir en todo el cohete. Una oscilación de alta frecuencia en el generador de gas del motor número 2 ocasionó la rotura de varios componentes, entre ellos la de uno de los conductos de comburente (oxígeno líquido) del citado motor, lo que provocó un incendio. El sistema BKS, que vigilaba el funcionamiento de los motores, detectó las llamas, pero el ordenador KORD, en vez de apagar el que se hallaba afectado, lo hizo con todos, unos 69 segundos después del despegue.

    Un segundo más tarde, los controladores en tierra ordenaron la activación del procedimiento que incluía la puesta en marcha de la torre de salvamento. Esta última se encargaría de arrancar a la L-1A de aquel infierno, aumentando la probabilidad de que eventuales cosmonautas hubieran sobrevivido a un accidente así, pero un posterior análisis desveló que el cohete tractor tampoco funcionó del todo bien.

El primer N-1 sale del hangar de ensamblaje (Foto: RKK Energia)    La cápsula fue recuperada muy maltrecha a 35 kilómetros del complejo de lanzamiento, al tiempo que el cohete, falto de impulso pero esencialmente completo, caía a tierra a unos 52 kilómetros de distancia, 183 segundos después del despegue.

    Analizada la breve telemetría recibida, los técnicos determinaron que lo ocurrido podría haber sido evitado. Como primera medida, dictaminaron la instalación del sistema de control KORD en una posición más alejada de la zona de motores, bajo la segunda etapa del cohete. El incendio había provocado un cortocircuito en su caja de equipos y como consecuencia la parada del sistema de propulsión. Los ingenieros instalaron asimismo varios orificios de ventilación para evitar el sobrecalentamiento de los conductos del combustible. Con todo ello se esperaba haber resuelto todos los problemas que habían impedido el buen fin de la misión inaugural.

    En Occidente, tan importante acontecimiento no pasó desapercibido. La inteligencia británica detectó el despegue, pero dado que su contrapartida americana, la C.I.A., no lo consiguió, se negó su existencia durante mucho tiempo.

    Por si las dificultades técnicas no eran suficientes, las tensiones político-militares entre China y la U.R.S.S. alcanzaron su momento álgido. Los cosmódromos se vieron inmersos en una vorágine de actividad espacial, personificada en el lanzamiento de numerosos satélites de reconocimiento, lo que provocó una división aún más profunda de los recursos humanos y económicos entre el programa lunar y el militar. El 3 de marzo, las tropas de ambos países se enfrentaban en el río Ussuri, ocasionando la máxima alerta bélica. Baikonur quedaría paralizado hasta junio en todo lo referente a la iniciativa lunar. Demasiada ventaja para América...

La torre de escape sobre el carenado del N-1 3L (Foto: RKK Energia)

 

ENSAYO EN ORBITA TERRESTRE

    La completa revisión del comportamiento del Saturn SA-503 reveló que todas las modificaciones realizadas en él tras los problemas de la anterior misión habían resultado ser un éxito total. La noticia de que la compañía Grumann, además, tenía ya a punto el primer módulo lunar operativo, confirmó a la N.A.S.A. que era el momento de ensayar a un tiempo todos los elementos que viajarían hacia nuestro satélite.

El Apolo-9 ensayaría la combinación CSM/LM (Foto: RKK Energia)

    Éste sería el objetivo y la tarea principal del Saturn SA-504. Su escenario de operaciones, en cambio, estaría en la órbita terrestre: la agencia espacial quería tener cerca a los astronautas por si algo salía mal. Así pues, la carga útil de la misión consistiría en la nave Apolo-9, compuesta a su vez por el CSM-104 y el LM-3. Una vez alrededor de la Tierra, los astronautas practicarían el encuentro entre ambos, exactamente como lo harían en órbita lunar tras el despegue del L.E.M. desde la superficie selenita. Una operación no muy diferente de lo que habían hecho los soviéticos con las Soyuz-4 y 5, con una salvedad: la N.A.S.A. haría la maniobra con los mismos vehículos que emplearía a 400.000 kilómetros de distancia.

    Tripularían el Apolo-9 los astronautas James A. McDivitt, David R. Scott y Russell L. Schweickart, apenas recuperados de un inoportuno catarro que retrasó la partida durante tres días.

La tripulación del Apolo-9 (Foto: NASA)El primer acoplamiento entre la cápsula Apolo y el módulo lunar sería el objetivo principal de la misión (Foto: NASA)

Los técnicos preparan el LM-3 (Foto: NASA)Las diversas piezas se reunen en el edificio de ensamblaje (Foto: NASA)

    El despegue se llevó a cabo el 3 de marzo. El ascenso no planteó ninguna dificultad para los tres hombres, aunque a partir del séptimo minuto de vuelo el efecto Pogo les molestó un poco más que a sus antecesores. La tercera etapa S-IVB se encargaría después de colocarse a sí misma y al resto del complejo en órbita baja, sobrepasados los 11 minutos de misión.

El cohete espera listo en su rampa de lanzamiento (Foto: NASA)Los astronautas se dirigen hacia el ascensor de servicio (Foto: NASA)

(Contempla los preparativos previos al despegue del Apolo-9) (I)

(Contempla los preparativos previos al despegue del Apolo-9) (II)

El personal ayuda a la tripulación a acomodarse en sus asientos (Foto: NASA)El Apolo-9 parte desde Florida (Foto: NASA)

    El siguiente paso sería la fundamental extracción del LM-3 de su posición sobre la S-IVB. Para ello, 2 horas y 43 minutos después del lanzamiento, los astronautas separaron la nave Apolo del resto del cohete y la alejaron unos metros. A continuación utilizaron los motores de maniobra para realizar un giro de 180 grados y encarar al módulo lunar. Salvado un pequeño retraso debido al fallo de uno de los motores auxiliares, el módulo de mando se vio correctamente alineado con su objetivo. Moviéndose lentamente, la astronave se acercó al L.E.M. y se acopló a él.

    Cumplido este primer paso, los astronautas se ocuparon de los preparativos para la entrada en el interior del vehículo con forma de araña. Por ejemplo, presurizaron el túnel que conectaba ambas naves, unieron diversos cables eléctricos para alimentar al LM-3, al que habían bautizado como Spider, y retiraron la escotilla superior del módulo de mando (Gumdrop). Con la seguridad de que todo estaba en orden, accionaron el sistema de expulsión apropiado y el nuevo tren espacial empezó a moverse, extrayendo al L.E.M. de la zona de carga de la S-IVB.

    Cuando la etapa de propulsión completó su última tarea, los controladores ordenaron el encendido de su motor J-2 hasta lograr una ruta de escape alrededor del Sol. Sin mayores interferencias, los astronautas probarían durante cinco segundos el motor de su módulo de servicio. Los ingenieros querían saber qué tal se comportaban las estructuras de un vehículo tan grande como aquél antes de someterlo a mayores cambios de velocidad y trayectoria. Pasarían otras 16 horas antes de que se efectuara un encendido más prolongado, unos 110 segundos, maniobra que incluiría el movimiento del motor para comprobar la capacidad del sistema de navegación automático de paralizar cualquier desviación.

El módulo lunar se encuentra a punto de ser extraído de la zona de carga del cohete Saturn-V (Foto: NASA)Se inicia el paseo espacial de Schweickart (Foto: NASA)

    El tercer encendido duró mucho más, 280 segundos, lo que aligeró en gran medida la masa de la nave debido al consumo de más de 8 toneladas de propelentes. El Apolo-9 quedó situado en una órbita elíptica con el apogeo a unos 509 kilómetros de la superficie terrestre. Un cuarto uso del citado motor precedió a un momento importante: la entrada de dos de los tripulantes en el interior del módulo Spider. Los tres hombres se colocaron los trajes espaciales como medida de seguridad y Schweickart y McDivitt se introdujeron en el túnel que comunicaba las dos astronaves. El primero no perdió el tiempo y se dispuso a comprobar el estado de los sistemas (ciertamente ruidosos) del módulo lunar. Su compañero le siguió una hora después y Scott se ocupó de cerrar las escotillas.

    La siguiente operación de verdadero calado fue la extensión del tren de aterrizaje. Ningún L.E.M. podría separarse del módulo de mando hasta lograr este trámite.

    Schweickart sufriría las consecuencias del "mareo espacial" y vomitaría varias veces, lo que ocasionó diversas molestias. Cuando se recuperó totalmente, todo volvió a la normalidad.

    La próxima tarea a realizar consistió en la utilización del motor de la etapa de descenso del Spider. Para ello, se desconectaron los sistemas de navegación automática del módulo de mando/servicio. El módulo lunar se encargaría de dirigir el tren espacial hacia la orientación adecuada, demostrando de paso el buen funcionamiento de sus cohetes de maniobra. Después, se accionó el mencionado motor de la etapa de descenso, el mismo que frenaría al L.E.M. durante el alunizaje. Su empuje se prolongaría durante 371 segundos.

Schweickart se mueve en el exterior de la astronave (Foto: NASA)Scott asoma su cabeza por la escotilla, fotografiado desde el exterior por Scheweickart (Foto: NASA)

(Contempla a Scott saliendo del módulo de mandol)

Schweickart "desciende" a través de una de las patas del módulo lunar (Foto: NASA)

    El siguiente objetivo consistiría en un paseo espacial por parte de Schweickart, pero dado que éste ya había vomitado varias veces y que un episodio semejante, en el interior de una escafandra presurizada, podría llegar a ahogarle, se decidió inicialmente modificar la salida y convertirla en un más simple paseo interno (con las escotillas abiertas hacia el exterior). La mejora del estado de salud del piloto del módulo de mando propició que éste se atreviese finalmente a salir con su voluminosa mochila.

    Schweickart, impresionado por la vista, olvidó su malestar anterior y recibió la autorización para seguir moviéndose, esta vez a través de la escalerilla del L.E.M., exactamente como lo haría el primer astronauta que pisase la Luna. Como medida de prevención, el piloto permaneció en el exterior menos de una hora, de las dos inicialmente previstas.

    Al día siguiente se efectuaría otra de las maniobras fundamentales del viaje lunar. La separación entre los dos vehículos. Schweickart y McDivitt, viviendo un momento de incertidumbre, asistieron a la separación del Spider desde su interior, propiciada por Scott, quien permanecería dentro del módulo de mando. Una vez alcanzada cierta distancia, el L.E.M. giró sobre sí mismo para que Scott comprobara mediante visión directa la perfecta posición del tren de aterrizaje.

El módulo lunar maniobra frente a la cápsula Apolo (Foto: NASA)La etapa de ascenso del LM-3, vista desde el módulo de mando. (Foto: NASA)

    McDivitt accionó el motor de la etapa de descenso para incrementar la separación. A continuación, se inició el ballet que serviría para el encuentro entre las dos naves. Incrementando el realismo, la etapa de descenso fue expulsada. Ahora, el L.E.M. tenía el mismo aspecto que tendría tras el despegue procedente de la superficie lunar. El motor de la etapa de ascenso se encargaría de las correcciones principales, hasta que ambos vehículos volvieron a estar a la vista.

    El acoplamiento se produjo sin dificultades, seis horas después de la separación. Con ello, al programa Apolo sólo le restaba posarse sobre la Luna.

    El resto de la misión se desarrolló con una mayor tranquilidad. Se realizaron algunos encendidos más del módulo de servicio y se liberó al módulo lunar. Éste no fue enviado a su destrucción inmediata, ya que, de forma automática, maniobró hasta alcanzar una órbita circular.

    El Apolo-9 finalizaría su misión el 13 de marzo, después de poco más de diez exitosos días en el espacio. La cápsula se posaría frente a las costas de Puerto Rico, en el Atlántico, donde la tripulación sería rescatada por los equipos del portaaviones U.S.S. Guadalcanal.

Lo que queda de la gran astronave desciende frágil en dirección al océano (Foto: NASA)La tripulación del Apolo-9 celebra su retorno (Foto: NASA)

El tradicional pastel de bienvenida a casa (Foto: NASA)

    Finalizado este viaje, la N.A.S.A. tenía toda la maquinaria lista y engrasada para el gran momento. Con más de 9 meses de margen para cumplir con creces el mandato del Presidente Kennedy, aún sería posible realizar un último ensayo general antes del alunizaje. El Apolo-10 repetiría todo lo realizado por su antecesor, pero en un escenario mucho más fascinante: las cercanías de la Luna. más

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