AL ALCANCE DE LA MANO

    En la U.R.S.S., las cosas seguían más o menos por los mismos derroteros. Dos cohetes Proton/Bloque D fallaban estrepitosamente durante el lanzamiento, el 27 de marzo y el 2 de abril, de las dos primeras sondas marcianas de nueva generación (Mars 2M-521 y 522). Siendo accidentes imputables al cohete, incluso los planes de combatir el impulso americano con misiones lunares automáticas estaban en peligro.

    Buenas noticias, aunque pasaran desapercibidas, para la N.A.S.A., que se disponía a llevar a cabo el último vuelo previo al histórico alunizaje.

    El Apolo-10 tendría como protagonistas a Thomas P. Stafford, John W. Young y Eugene A. Cernan. Componían una tripulación veterana (la agencia no quería sorpresas), formada por astronautas capaces de hacer lo que jamás había logrado antes ningún hombre: rozar la superficie de Selene, simulando la peligrosa maniobra del aterrizaje.

La tripulación del Apolo-10, compuesta por Eugene Cernan, Thomas Stafford y John Young (Foto: NASA)La nave Apolo es preparada para el despegue (Foto: NASA)

La tripulación del Apolo-10 se entrena (Foto: NASA)Cernan y Stafford (Foto: NASA)

(Contempla los entrenamientos de los astronautas del Apolo-10) (I)

(Contempla los entrenamientos de los astronautas del Apolo-10) (II)

(Contempla la mejor habitabilidad en el Apolo) (I)

Young y Stafford, con el equipo de lanzamiento (Foto: NASA)El cohete Saturn SA-505 es llevado a la rampa de despegue (Foto: NASA)

    El Saturn SA-505 sería el vector que les llevaría hacia el espacio. El gigante había sido equipado con la combinación CSM-106 (Charlie Brown) y el módulo lunar LM-4 (Snoopy). Por supuesto, se esperaba un comportamiento rutinario de todos ellos, y así fue: el despegue se llevó a cabo normalmente el 18 de mayo.

Los astronautas se despiden (Foto: NASA)Penetrando en el interior de la cápsula (Foto: NASA)

(Escucha el lanzamiento de la misión Apolo-9)

El despegue (Foto: NASA)

    Un primer encendido de la tercera etapa proporcionó el impulso suficiente a la carga útil para alcanzar una órbita baja de aparcamiento. Cumplidos los habituales chequeos de los sistemas y la comprobación de que todo estaba en orden, el centro de control en Houston ordenó el segundo encendido de la S-IVB, el que aceleraría al Apolo-10 hasta la velocidad de escape.

    La primera operación importante después de esto consistiría en el acoplamiento con el Snoopy y su extracción de la zona de carga de la tercera etapa. Young se encargó de la maniobra, que pudo ser contemplada en la Tierra por televisión (¡y en color!). La aproximación se realizó según lo previsto (aunque el Charlie Brown se alejó demasiado en primera instancia) y pronto ambos vehículos quedaron firmemente unidos. La extracción del módulo lunar tampoco supuso ningún problema. Por último, apartándose del camino de la astronave tripulada, la etapa S-IVB vació sus depósitos de propelentes y quedó instalada en una interminable órbita alrededor del Sol.

    El tren espacial compuesto por las dos naves, avanzando a gran velocidad hacia la Luna, entró en una fase de tranquilidad "técnica". Los astronautas sólo tuvieron que accionar brevemente los motores de maniobra en algunas ocasiones, para mantener la orientación con respecto a la Tierra, y el motor del módulo de servicio una vez, para una corrección de curso, tan precisa era su trayectoria hacia su objetivo (la misma zona en la que, con suerte, se realizaría el primer alunizaje). Su única distracción a bordo se reduciría a intentar observar ciertas estrellas que confirmasen la correcta navegación, ocuparse del mantenimiento de los sistemas y poca cosa más.

    Por fortuna para ellos, ninguno de los astronautas sufrió el habitual mareo espacial, de modo que pudieron dormir y comer con mayor serenidad. El dispositivo de provisión de agua les ocasionó algunas molestias, ya que los ingenieros no habían conseguido resolver el problema de la presencia de gases en el líquido, y eso les produjo dolores abdominales. La peligrosa amenaza de que padecieran diarrea no se materializó.

La Tierra vista sobre el limbo lunar (Foto: NASA)La superficie lunar (Foto: NASA)

    Cuando se encontraron a unos 200.000 kilómetros de la Luna, Cernan creyó ver un destello producido por la etapa S-IVB. El control de vuelo le confirmó que, efectivamente, ésta se encontraba en la dirección indicada, a 7.400 kilómetros de distancia del Apolo-10.

    El 21 de mayo, la nave alcanzó su meta. A 75 horas, 48 minutos y 24 segundos del lanzamiento, el vehículo quedó oculto por primera vez tras el limbo lunar, y las comunicaciones se interrumpieron. El punto de máxima aproximación para el Apolo-10 se estableció en unos 110 kilómetros. Durante breves minutos, la tripulación contempló la majestuosa apariencia del satélite, aunque pronto tuvieron que ocuparse de otra maniobra más importante: el encendido que les colocaría en órbita. El motor funcionó durante unos seis minutos, exactamente como estaba previsto.

    Al término de la operación, y en cuanto surgió tras el disco lunar, el Apolo-10 comunicó con la Tierra, confirmando que el satélite gobernaba ahora totalmente su trayectoria. Durante esta primera revolución, el vehículo sobrevoló la zona en la que debería posarse el Apolo-11.

    Pero la fase culminante de la misión estaba aún por llegar. Los astronautas abrieron las escotillas situadas entre el módulo de mando y el módulo lunar. Cernan penetraría en este último, dispuesto a ponerlo a punto para la aventura que les esperaba. Al día siguiente, Stafford y el mismo Cernan volvieron a él, listos para dirigirse hacia la superficie de la Luna. Se colocaron los trajes espaciales y esperaron el momento del desacoplamiento.

    Los astronautas detectaron entonces una pequeña falta de alineación entre el Snoopy y el Charlie Brown. Aparentemente, ello ocurrió durante la unión inicial, debido a un excesivo tiempo de encendido de uno de los motores de maniobra, que fue apagado más tarde de lo debido. Temiendo que el anillo de atraque se hubiera dañado y que después fuese imposible volver a unir los dos vehículos (obligando a un paseo espacial exterior, precisamente lo que tenían previsto hacer los soviéticos), se consultó a la Tierra cómo proseguir.

El módulo de mando visto desde el módulo lunar (Foto: NASA)El módulo lunar visto desde el módulo de mando (Foto: NASA)

    Los ingenieros concluyeron que si la desviación era menor a seis grados no había peligro, así que las naves se separaron. Con Young a los mandos del módulo de mando, la cámara de televisión mostró la espectacular vista del Snoopy moviéndose en solitario y abriendo su tren de aterrizaje. No iba a utilizarlo, pero eso mismo es lo que tendrían que hacer los astronautas del Apolo-11.

    Los tripulantes del Snoopy comprobaron el buen funcionamiento de sus sistemas, incluyendo el radar de proximidad y altitud, el sistema de comunicaciones, los motores, etcétera. Por fin, Houston les dio luz verde para proseguir con el plan de vuelo.

    Los dos vehículos, ahora naves espaciales independientes, se separaron aún más entre sí. Después, Stafford accionó el motor de la etapa de descenso del L.E.M. Su actuación fue suave, sin sobresaltos, y situó al Snoopy en la trayectoria esperada, la misma que tantas veces habían estudiado Cernan y Stafford durante su entrenamiento en la Tierra.

    El motor colocó al módulo lunar en una órbita cuyo punto más cercano a la superficie estaba a tan sólo unos 14,4 kilómetros. A tan poca distancia, los dos astronautas comprobaron de primera mano el aspecto del lugar de alunizaje primario y tomaron múltiples fotografías de él.

    Una hora más tarde, el motor fue accionado de nuevo. Después, la astronave empezó a girar de una forma un tanto descontrolada, dificultando la expulsión de la etapa de descenso. No había peligro de chocar contra la superficie, puesto que la órbita, aunque muy baja, no tenía ningún punto de contacto con ella. Cuando la citada etapa de descenso fue abandonada, el piloto del módulo lunar tomó los mandos de orientación manual y acabó con los anárquicos giros. La explicación del suceso era sencilla: sin darse cuenta, e intentando corregir una pequeña desviación en la orientación, los astronautas activaron el modo automático del sistema de aborto del alunizaje. Este sistema intentaba localizar inmediatamente la posición del módulo de mando, de aquí su extraño comportamiento.

Los astronautas Stafford y Young bromean con la cámara (Foto: NASA)La tripulación del Apolo-10 se dispone a amerizar (Foto: NASA)

    Calmando la normal preocupación que se vivía en tierra, los astronautas explicaron lo ocurrido, recibiendo inmediatamente el permiso para accionar la etapa de ascenso. Cuando el motor se paró, el Snoopy se encontró a tan sólo 78 kilómetros del Charlie Brown. El radar y el sistema de guiado automático hicieron el resto, reduciendo la distancia hasta unos meros 8 metros. Stafford se encargaría entonces de proceder con el acoplamiento.

    Con los dos expedicionarios a salvo y a bordo del módulo de mando, el ya gastado Snoopy fue separado y alejado para evitar una colisión. No permanecería mucho tiempo en órbita lunar, ya que el control de vuelo ordenó la ignición automática de su motor hasta el agotamiento de los propelentes. Unos cuatro minutos después, se encontraba en ruta solar, fuera de la vista del Apolo-10.

    La fase principal de su misión podía considerarse finalizada. Transcurridas más de 61 horas desde su entrada en órbita, el motor del módulo de servicio fue utilizado una vez más, colocando a la nave en una ruta de regreso hacia la Tierra.

Llegan los equipos de rescate (Foto: NASA)Los astronautas saludan después del regreso (Foto: NASA)

(Escucha la llegada de la misión Apolo-10)

La conferencia de prensa tras el vuelo (Foto: NASA)

    El 26 de mayo, el Apolo-10 penetraba en la atmósfera terrestre. Amerizó en el Pacífico, muy cerca de Samoa y aún más del barco que debía recoger a sus tripulantes.

    Apenas pisaron la cubierta del U.S.S. Princeton, la N.A.S.A. supo que no había por qué esperar más. Dos meses después, el Apolo-11 cubriría los 14 kilómetros que su antecesor no se había atrevido a recorrer, poniendo punto final a la más fantástica carrera tecnológica ideada por el Hombre.

(Escucha las palabras de Paine anunciando el destino del Apolo-11)

 

LA URGENCIA DEL DESESPERO

    Después del fracaso del primer N-1, los soviéticos vieron confirmadas sus sospechas de que no podrían colocar a uno de sus cosmonautas sobre la Luna antes que los norteamericanos, a menos que éstos tropezaran seriamente. Esto era en gran medida improbable, vistos los resultados de los sucesivos vuelos realizados por el programa Apolo. A pesar de eso, el N-1 era un proyecto en desarrollo y como tal debía proseguir con sus pruebas en vuelo, esperando tener algún tipo de protagonismo, aunque fuera tarde.

    Claro está, su eventual éxito no impediría que América aprovechase la enorme ventaja propagandística que supondría conseguir el alunizaje en primer lugar, de modo que se imponía pasar al plan B: devaluar la inminente hazaña del rival y mirar aún más lejos.

    Traer muestras de rocas lunares con cierta antelación, por ejemplo, supondría un considerable golpe de efecto. La prensa estadounidense y la sociedad occidental en su conjunto eran cada vez más críticas con respecto a los gastos que implicaba la iniciativa Apolo, sobre todo teniendo en cuenta que el país se hallaba inmerso en una desagradable guerra (Vietnam) y que por tanto había otros asuntos más importantes en los que pensar. Muchos de los periódicos estadounidenses negaban la existencia de una carrera real, puesto que la U.R.S.S. no daba grandes señales (en todo caso, abiertamente) de estar trabajando en ello.

Una maqueta perteneciente al programa Aelita (Foto: Mark Wade)

    Apoyándose en esta idea, si los soviéticos lograban traer muestras hasta los laboratorios terrestres, a un mucho menor coste y sin poner en peligro vidas humanas, los resultados del Apolo, fueran cuáles fueran, resonarían mucho menos. Por supuesto, la recolección de piedras lunares no había sido nunca el verdadero ni el único motivo por el que se organizó una expedición tripulada a nuestro satélite, la motivación que había llevado a los Estados Unidos a engrasar su maquinaria millonaria, pero las actuales circunstancias y el tiempo transcurrido desde el discurso de Kennedy hacían mucho más sensible a la opinión pública sobre los beneficios tangibles del viaje, algo que jugaba a favor de los soviéticos. De hecho, si Kennedy no hubiera muerto, dando a su reto una aureola de mandato de obligado cumplimiento, es posible que el programa hubiera sido cancelado con el accidente del Apolo-1.

    Además de la opción "recogida de muestras", que se efectuaría mediante equipos exclusivamente automáticos, los rusos decidieron huir hacia adelante y apuntar hacia Marte. La misma N.A.S.A. ya estaba hablando de viajes tripulados al Planeta Rojo, ante la inminencia de la conquista lunar, de modo que la U.R.S.S. debía hacer algo para no quedarse atrás. Esta necesidad quedó resuelta con el inicio del programa Aelita.

Una posible configuración del programa Aelita (Foto: Mark Wade)    Como ocurriera con su equivalente lunar, los grupos de trabajo de Mishin, Yangel y Chelomei compitieron para hacerse con la responsabilidad de esta magna y casi utópica epopeya. Ninguna de estas propuestas llegó jamás a ser aprobada, si bien se realizaron algunos pasos hacia ello. Por ejemplo, el 28 de mayo de 1969 se autorizaba el desarrollo de la versión avanzada del cohete N-1 (N-1M), el cual estaría equipado con etapas superiores de propelentes criogénicos, como los del Saturn-V. Su mayor potencia permitiría enviar a Marte una nave tripulada con seis personas llamada M.E.K.

    El programa M.E.K. sería muy ambicioso. Una parte de la expedición permanecería en órbita marciana durante un mes (nave orbital MOK), mientras que el resto, tres hombres, se posarían en el planeta (módulo de descenso MPK), donde desarrollarían un programa científico completo durante cinco días.

    Para el lanzamiento serían necesarios dos vuelos de sendos cohetes N-1M. Uno colocaría en órbita la etapa impulsora marciana, un sistema de propulsión nuclear-eléctrica llamado YaERDU, y el otro haría lo propio con los vehículos MOK y MPK. Debido a la lenta aceleración del complejo, la tripulación sólo abordaría la nave cuando ésta estuviese más allá de los cinturones de radiación de Van Allen. Para ello usarían una versátil nave 7K-L1 modificada, lanzada con un cohete Proton.

La cosmonave tripulada que habría volado hacia Marte (Foto: Mark Wade)    Obviamente, el Aelita no superó nunca su fase de definición, sobre todo ante la evidencia de que la N.A.S.A. no obtendría el permiso para una iniciativa semejante. Por otro lado, el clima económico empeoraría paulatinamente durante los años Setenta y Ochenta y el viaje a Marte se convirtió en un auténtico sueño inalcanzable.

    Con todas estas consideraciones en mente, los soviéticos se dispusieron a socavar en lo posible los méritos en los que progresivamente estaba incurriendo la N.A.S.A.

    Así, el 16 de junio (otras fuentes mencionan el 14 de junio), apenas un mes antes del despegue del Apolo-11, intentaron enviar al espacio el primer ejemplar de su innovador vehículo recogedor de muestras. La sonda (E-8-5 número 402), que describiremos más adelante, cuando hablemos del Luna-15, fue situada sobre su cohete Proton-K/Bloque D (238-01) y acelerada a través de la atmósfera terrestre.

El N-1 5L es llevado a la rampa de despegue (Foto: Mark Wade)    Las tres primeras etapas funcionaron correctamente, pero cuando el Bloque D se dispuso a accionar su motor para proporcionar la velocidad que colocaría al conjunto en una órbita baja provisional, no dio señales de vida debido a un fallo en el sistema de control. La sonda número 402, falta del impulso necesario, volvió a descender, incinerándose en la capa de aire que rodea a nuestro planeta.

    El Bloque D, la misma pieza fundamental que debía colocar al vehículo lunar L-3 en órbita alrededor de nuestro satélite, y frenar el descenso del módulo LK durante el alunizaje, parecía estar aún muy lejos de ser un sistema de propulsión fiable. Esta situación, y los retrasos en el desarrollo del propio LK, para el cual se habían programado en su día los primeros vuelos experimentales en órbita terrestre hacia junio de 1969, no hicieron sino empeorar las cosas en términos de calendario.

    A principios de julio, con los astronautas del Apolo-11 entrando prácticamente en cuarentena para su histórico viaje, los soviéticos jugaron sus dos últimas cartas para paliar el impacto de aquel esperado despegue. Por un lado, se dispusieron a lanzar el segundo N-1 y por otro, a hacer lo mismo con la sonda de recogida de muestras E-8-5 número 401. A despecho de que el Apolo-11 tuviera éxito, ésta aún tendría tiempo de llegar a la Tierra con su botín antes que los astronautas americanos con el suyo.

El N-1 5L despega (Foto: Mark Wade)    En Baikonur, pues, se desgranaron los últimos instantes de la cuenta atrás del N-1 (5L). Cargados de propelentes, sus tanques contenían un poder explosivo comparable a una pequeña bomba atómica. Por eso, no serían llenados hasta el último momento. Era el 3 de julio de 1969.

    Un hecho sintomático se había producido ya: la flota de seguimiento soviética, observada por las fuerzas norteamericanas, fue desplegada el 1 de julio en el Mar Negro, probablemente para controlar lo que parecía un inminente vuelo, quizá tripulado. Las sospechas crecieron en Occidente: si la N.A.S.A. iba a enviar tres hombres a la superficie de la Luna, algo tenían que hacer los rusos, de quienes siempre podía esperarse una sorpresa de última hora...

    Los servicios de inteligencia no estaban precisamente tranquilos sobre lo que se avecinaba. Sus satélites espías habían localizado no uno sino dos cohetes N-1 en sus correspondientes rampas de lanzamiento. En realidad, se trataba del N-1 5L y de la muy utilizada maqueta de ingeniería.

    Las circunstancias no permitirían grandes despliegues. Parece que el segundo N-1 consistiría en una mera repetición del intento de febrero, es decir, estaba equipado con un vehículo L-1S (número 5) y una maqueta del módulo lunar LK. Ambos debían ser colocados en órbita alrededor de la Luna... si todo iba bien.

    Algunos analistas ha especulado con un lanzamiento paralelo de una nave Soyuz, a bordo del más seguro vector 11A511, con hombres en su interior, los cuales abordarían la L-1S en órbita terrestre para después emular el viaje del Apolo-8. Todo ello no superaría el probable aterrizaje del Apolo-11, pero pondría a la U.R.S.S. en primera fila en caso de que aquéllos no lograran su objetivo. Sin embargo, no existe ninguna indicación fiable de que los soviéticos tuvieran intención de llevar a cabo un plan semejante. Simplemente, sin que ningún N-1 hubiera volado aún de forma perfecta, era demasiado aventurado intentar algo así.

    En un abrir y cerrar de ojos, los motores de la primera fase rugieron y empezaron a devorar propelentes. Eran las 11:18 de la noche, hora de Moscú, y por tanto el cielo estaba totalmente oscuro.

El N-1 5L estalla en el aire (Foto: RKK Energia)    Apenas unos 7 u 8 segundos después de la ignición, un objeto extraño, probablemente oculto en uno de los tanques de oxígeno líquido, penetró en un conducto. El objeto, un diafragma de acero desprendido y arrastrado por el vórtice líquido, acabó en el interior de una de las turbobombas, provocando su explosión. El motor número 8 estalló a continuación, y con él, otros situados en su periferia.

    El cohete había superado sólo en unos metros la torre de lanzamiento y estaba ya condenado a no alcanzar el espacio.

    El sistema KORD detuvo el resto de los motores, provocando el encendido de la torreta de emergencia a unos 200 metros de altitud. Mientras ésta intentaba colocar a salvo a la carga útil (fue a parar a un kilómetro de distancia), el cohete, que no había alcanzado una gran velocidad, empezó a caer hacia atrás en un ángulo de 45 grados, sobre la rampa de lanzamiento.

    El vehículo, cargado de propelentes, impactó contra la base, estallando en una apoteosis destructiva sin precedentes. El vuelo había terminado en apenas 18 segundos. Su resultado: la completa destrucción de la rampa 110 Este y de todas las instalaciones vecinas. La segunda rampa, en pruebas, también resultó ligeramente dañada.

 

    La rehabilitación de la zona de despegue precisaría de 18 meses de intensos trabajos. Además, el desastre retrasaría al menos otros dos años la reanudación del programa de alunizaje soviético.

    La evidencia de la magnitud del accidente quedaría patente en las imágenes transmitidas por los satélites espía americanos, que mostraron un inmenso cráter donde anteriormente existía un complejo sistema de lanzamiento. La C.I.A. sabía que algo había explotado entre las manos de su rival, algo cuyas consecuencias pronto averiguarían.

La zona de lanzamiento tendría que ser reconstruida tras el accidente (Foto: Mark Wade)

    Lo que sí resultaba evidente era que los soviéticos tendrían que realizar muchas modificaciones en el cohete. Entre ellas, colocar filtros para evitar la entrada de objetos extraños en las turbobombas, redefinir las prioridades del sistema KORD para impedir el apagado de motores que aún podían ser utilizados, y modificar la trayectoria de ascenso inicial del N-1 para alejarse lo antes posible de la torre de despegue, de manera que, en caso de accidente, ésta no resultase dañada. más