DESCARTES

    El veterano John Young, Thomas Mattingly y Charles Duke, serían los encargados de tripular la penúltima misión lunar de la agencia americana. A estas alturas, la N.A.S.A. hubiera deseado estar ya preparándose para poner a punto su propia base, pero la cancelación de los Apolo-18 a 20 reflejaba que cualquier propuesta en ese sentido no sería bien recibida por el Congreso estadounidense.

    En un ambiente de cierto pesimismo, la N.A.S.A. tuvo que poner en orden sus prioridades, eligiendo con mucho cuidado cuáles debían ser los objetivos de las misiones que restaban en el calendario. Podrían pasar muchos años antes de que se presentase otra oportunidad para investigar unas u otras zonas de la superficie del satélite. Por eso, la próxima meta quedaría localizada en una región muy interesante llamada Descartes, situada en los altiplanos.

El escudo de la misión Apolo-16 (Foto: NASA)La tripulación del Apolo-16 (Foto: NASA)

Young y Duke conducen el simulador del L.R.V. (Foto: NASA)El equipo lunar completo (Foto: NASA)

Sesión de entrenamiento al aire libre (Foto: NASA)Pruebas en la cápsula Apolo (Foto: NASA)

    La que sería segunda misión de la serie J se apoyaría en el éxito de su predecesora. El lanzamiento, con el Saturn SA-511, se llevó a cabo el 16 de abril de 1972 y supuso la colocación en ruta de escape del Apolo-16. Young, Mattingly (reasignado después de que una posible enfermedad lo dejara fuera del Apolo-13) y Duke viajaban en el interior de la astronave Casper (CSM-113). Completaban la expedición el módulo lunar Orion (LM-11), el segundo vehículo móvil L.R.V., el Apollo 16 Subsatellite y el habitual laboratorio ALSEP.

El Saturn SA-511, junto a la torre de servicio (Foto: NASA)El lanzamiento del Apolo-16 (Foto: NASA)

(Escucha el lanzamiento de la misión Apolo-16)

    El alunizaje del Orion, pilotado por Young y Duke, se produjo con seis horas de retraso debido a un fallo en un sistema de reserva del módulo de mando. El problema fue analizado y finalmente se decidió que no había peligro.

    Los retrasos y el tiempo ya acumulado hicieron posponer la primera salida al exterior. Los dos hombres se despojaron de sus trajes y se entregaron a un plácido sueño del que muchos de los compañeros que les habían precedido no habían disfrutado.

    A la mañana siguiente, Young, como comandante, salió al exterior en primer lugar. Seguido por Duke, ambos examinaron los alrededores del punto de alunizaje y descubrieron cuán cerca (unos 3 metros) se habían posado de un cráter de cinco metros de profundidad. A continuación, empezaron a desplegar los equipos, así como el Rover y el paquete ALSEP. Este último concluyó pronto su tarea porque uno de los cables unidos a él y que se encontraban en el suelo se enredó en las piernas de uno de los astronautas, rompiéndose.

La superficie lunar (Foto: NASA)Tomando fotografías (Foto: NASA)

El módulo Orion, junto al L.R.V. (Foto: NASA)Uno de los astronautas toma muestras cerca de una roca (Foto: NASA)

Cada parada es una oportunidad para la fotografía (Foto: NASA)Imagen televisiva de los astronautas en acción (Foto: NASA)

(Contempla la sesión fotográfica)

    Aproximadamente a la mitad de su salida extravehicular, Duke y Young abordaron su vehículo móvil y se dirigieron andando hacia el llamado Flag Crater, donde realizarían diversas prospecciones geológicas. Después, regresaron al Orion.

    La segunda salida les llevó a 4 kilómetros del módulo lunar, cerca de un grupo de cinco cráteres, al pie de la Stone Mountain. A pesar de que los astronautas buscaron signos de materiales volcánicos, no los encontraron, confirmando que la estructura de aquella zona era más producto de impactos que de vulcanismo.

El L.R.V. se convirtió en una herramienta fundamental (Foto: NASA)El astronauta proyecta su sombra sobre el suelo lunar (Foto: NASA)

(Contempla cómo actúa el rover)

El L.R.V. deja sus propias huellas en el polvo lunar (Foto: NASA)Saludos a los televidentes (Foto: NASA)

(Contempla el paseo extravehicular)

En ruta (Foto: NASA)El Orion despega desde la Luna (Foto: NASA)

(Contempla el despegue desde la Luna)

    Los dos hombres tuvieron algunos problemas con su Rover: a Young se le cayó un martillo sobre el guardabarros de una de las ruedas y éste se rompió, provocando una lluvia de polvo cuando el vehículo se hallaba en marcha; también se quedaron sin alimentación eléctrica en el tren posterior y desconectaron, por error, el sistema de navegación.

    Conscientes de que la tercera actividad extravehicular debería durar un poco menos debido a que alunizaron con seis horas de retraso, Young y Duke se dirigieron hacia el North Ray Crater. Uno de los momentos álgidos de la travesía consistió en una visita a una gran roca que tenía el tamaño de una casa. Llenaron varios sacos con muestras y tomaron numerosas fotografías antes de regresar al módulo lunar.

    Al cerrar la escotilla, habían acumulado 20 horas y 12 minutos en el exterior (a lo largo de las tres salidas), y recogido 94 kilogramos de rocas.

El módulo lunar se dispone a acoplarse a la cápsula Apolo (Foto: NASA)Breve paseo espacial para recuperar un cartucho fotográfico (Foto: NASA)

Amerizaje final (Foto: NASA)La recepción sobre el buque de rescate (Foto: NASA)

    Después, el regreso: la unión con el Casper se llevó a cabo normalmente y un poco más tarde, una vez expulsado el módulo lunar, la expedición inició el camino de retorno hacia la Tierra. El 27 de abril, la cápsula con sus tres ocupantes amerizaba completando otra exitosa misión del programa Apolo.

RECTIFICANDO

    Las actividades relacionadas con la conquista lunar habían alcanzado en 1972 una parsimonia tal que indicaba bien a las claras el tono reinante en ambos frentes. En la Unión Soviética nos hallábamos en una fase de transición entre el viejo programa L-3 y el más moderno L-3M, mientras que en América el programa Apolo daba sus últimos coletazos.

    Los rusos, convencidos de que todavía era posible recoger el testigo dejado por sus rivales, centraron sus esfuerzos en poner a punto las mejoras que harían del futuro cohete N-1F (y su sucesor, el N-1M) el verdadero caballo de batalla de la iniciativa. Inmersos en un proceso de ensayo paulatino, más escalonado, levantaron un calendario en el que aún se reutilizaría buena parte de la infraestructura desarrollada para el fracasado programa L-3.

Zona de entrefases del lanzador N-1 (Foto: Mark Wade)Una maqueta dinámica del N-1F (Foto: Mark Wade)Una maqueta dinámica del N-1M (Foto: Mark Wade)

    El próximo vuelo de prueba del cohete N-1, en efecto, incorporaría en un modelo convencional muchas de las mejoras previstas que se instalarían en el N-1F. Los nuevos motores de la primera fase, no obstante, no estaban todavía a punto, y por tanto, no serían utilizados.

    Después del último fracaso, el N-1 con número de serie 7L sufrió muchas modificaciones: una de las más importantes fue la adición de un sistema de control que impediría el giro que provocó la destrucción de la misión 6L.

La Soyuz LOK (Foto: Mark Wade)

Dos N-1 en la zona de lanzamiento (Foto: RKK Energia)

    El cuarto N-1 transportaría un conjunto L-3 completo, incluyendo una nave Soyuz LOK (la versión lunar) y un módulo LK, ambos operativos. Ninguno de ellos debía emplearse durante la serie L-3M, pero las unidades construidas todavía podrían ser aprovechadas para pruebas en el medio ambiente de nuestro satélite. No se ha confirmado la naturaleza exacta de la misión, pero es bastante probable que consistiera en una trayectoria translunar, con colocación del L-3 alrededor de la Luna.

    El cohete despegó el 23 de noviembre de 1972 en el que sería, sin duda, el más exitoso de todos los vuelos del N-1. Los motores de la primera fase funcionaron bien durante los momentos críticos del ascenso, y a 1 minuto y medio del despegue, los seis centrales se apagaron como estaba previsto para reducir las fuerzas de aceleración que actuaban sobre el vehículo. En ese momento, la turbobomba del motor número 4 estalló, ocasionando un incendio. El sistema apagafuegos no funcionó, y a unos 107 segundos del lanzamiento, empezaron a producirse explosiones en el compartimiento de propulsión. Los restantes motores se pararon entonces y el sistema de escape de emergencia fue activado. A 40 kilómetros de altitud, el cohete tuvo que ser destruido por el control de tierra.

El N-1 7L, a punto para el despegue (Foto: Mark Wade)El N-1 7L espera en la rampa de lanzamiento (Foto: Mark Wade)

    El vector había tenido muy mala suerte: apenas 7 segundos más de funcionamiento y la primera etapa hubiera terminado su labor. Incluso si el Bloque A hubiese sido separado con antelación, en cuanto se detectó el problema, la segunda y la tercera fases del N-1 hubieran podido cubrir la diferencia y la carga hubiera alcanzado probablemente la órbita terrestre. Esto hubiera sido un auténtico éxito para el equipo soviético, pero la fortuna no les acompañó nunca.

    Los motivos exactos de la explosión no se conocen, aunque los ingenieros otorgaron la culpa de lo ocurrido a la súbita parada de los seis motores centrales, lo que provocó una fuerte subida de la presión hidráulica. Esto movió con violencia el contenido de los tanques del propelente y la vibración rompió un conducto, afectando al motor número 4.

El N-1 7L, último de la serie (Foto: Mark Wade)El 7L sería el N-1 con mayor éxito (Foto: MM)

    A pesar del desastre, era evidente que estaban muy cerca de lograrlo. Inmediatamente, se prepararon dos N-1 más, los números 8 y 9L. Sus primeras etapas usarían ya los nuevos motores NK-33 del N-1F, más potentes, así como otros refinamientos (motores NK-43 en la segunda etapa, y NK-39 en la tercera). El primero de ellos podría ser lanzado en agosto de 1974, transportando una versión operativa de la cosmonave L-3. El sexto N-1 podría partir poco después, a finales de 1974, demostrando la viabilidad del lanzamiento dual requerido para el programa L-3M (GB-1 y GB-2).

    Con mayor tiempo disponible, los motores podrían ser verificados totalmente antes de ser utilizados. Con anterioridad, el alto número de unidades y la urgencia de los preparativos implicaban que sólo dos de cada lote de seis motores pasaba una fase de ensayos.

    Si todo iba bien, el sistema N-1 podría ser declarado operativo hacia 1976. A su vez, el nuevo L-3M estaría listo para el período 1978-1980. Además, los avances en el programa espacial, unidos a la experiencia obtenida durante la utilización de las estaciones espaciales Salyut, dejarían a la U.R.S.S. en buena posición para intentar lo que América parecía haber olvidado ya: el viaje del Hombre a Marte y, con ello, la restauración de la gloria científica y espacial. Ésa era al menos la idea (las cosas se torcerían muy pronto).

Poco antes del despegue (Foto: MM)El vuelo del N-1 7L (Foto: RKK Energia)

    Los nuevos motores de la primera y segunda fases del futuro N-1F entraron en la fase final de verificaciones en septiembre de 1972 y noviembre de 1973, respectivamente, de modo que podrían estar a punto para la misión 8L de agosto de 1974. Antes, el programa N-1 debería resistir otra ofensiva de Valentin Glushko, quien intentó convencer a sus responsables de que era mejor sustituir dichos motores con los RD-253 que había estado utilizando en el Proton y que Korolev había rechazado en su día.

    Casi al mismo tiempo, los ingenieros idearon nuevas versiones avanzadas del N-1. Una de las más curiosas consistía en la aplicación en la primera fase de un motor "aerospike", un diseño sin tobera que los americanos habían estado proponiendo para un hipotético vehículo de una sola etapa y que ha acabado siendo utilizado en el actual X-33/VentureStar. En concreto, se sustituirían los 30 motores NK-15 por 24 de una versión más potente llamada NK-15F, con el "aerospike" ocupando el centro del círculo formado por ellos. Los cálculos indicaron que su uso en el N-1, al menos en la primera fase, no ofrecía demasiadas ventajas en cuanto a carga útil (y sí un mayor coste de desarrollo), de modo que la opción fue finalmente cancelada.

ADIOS A LA LUNA

    El despegue del Apolo-17 sería el adiós de la N.A.S.A. y los americanos a su trabajada conquista lunar. La agencia no tenía ninguna noticia de que los soviéticos pudiesen estar planeando sucederles después de su corto reinado, así que su atención se centraría en convencer a los políticos de que su propuesta de lanzadera espacial era viable, en poner a punto la estación Skylab (basada en elementos del Apolo) y en estudiar métodos técnicos adecuados para lograr un sistema de acoplamiento universal (ensayado en 1975 durante el Apolo-Soyuz).

    Para la última misión hacia la Luna (Apolo-17), la N.A.S.A. seleccionó Taurus-Littrow, una región del Mare Serenitatis, así como la inclusión del primer astronauta científico. Después de casi un lustro de vuelos a nuestro satélite, el sistema parecía lo bastante maduro como para incluir a un especialista civil que no fuera piloto.

El escudo de la misión (Foto: NASA)El cohete Saturn de la misión Apolo-17 se mueve hacia la rampa de lanzamiento (Foto: NASA)

El astronauta se equipa para el viaje (Foto: NASA)

(Escucha el lanzamiento de la misión Apolo-17)

    Dadas las características de la zona a explorar, la N.A.S.A. seleccionó a un geólogo para acompañar a la tripulación del Apolo-17. Ni que decir tiene que la comunidad científica había sido muy crítica por el enorme dispendio realizado en el Apolo y la poca intervención de sus representantes en la fase de exploración. El Apolo-17 sería la última oportunidad para incluir a uno de ellos y las presiones para que la idea se convirtiese en realidad se hicieron irresistibles.

    Harrison Schmitt sería el elegido. Viajaría junto a Eugene Cernan y Ronald Evans y su objetivo sería hacer todo aquello que los anteriores astronautas no habían podido llevar a cabo: improvisar ante un descubrimiento especial, tomar la iniciativa sin esperar las recomendaciones de los expertos en tierra, documentar profesionalmente los hallazgos... Él era en realidad el experto (había participado en la definición de los planes de trabajo de las anteriores tripulaciones), y como tal, podría aprovechar mejor las oportunidades que se presentasen.

    El Apolo-17 fue lanzado el 7 de diciembre de 1972. El vehículo, impulsado por su cohete Saturn SA-512, constaba del módulo de mando y servicio America (CSM-114), donde se hallaban los astronautas, y del módulo lunar Challenger (LM-12). La carga útil de este último incluía el laboratorio ALSEP y el tercer rover (LRV-3).

La cápsula Apolo se ocuparía de examinar la superficie lunar de forma remota (Foto: NASA)Preparando los instrumentos (Foto: NASA)

    Tras un viaje sin incidentes destacables, el Challenger (11 de diciembre) se posaba en la zona prevista. Cernan (el comandante) y Schmitt salieron al exterior e instalaron el ALSEP, un detector de rayos cósmicos y un extractor de muestras del suelo. También situaron de forma estratégica una red de geófonos, para detectar ondas sísmicas inducidas por diversas cargas explosivas que serían detonadas desde la Tierra. La lista de experimentos se completaba con un gravímetro y un aparato para medir las propiedades eléctricas de la superficie.

    La colocación del ALSEP y el despliegue del rover debían haber durado unas cuatro horas, dando tiempo a una travesía de hora y media hasta el cráter Empry, pero los astronautas tardaron más de lo previsto en realizar los preparativos, así como en la extracción de las muestras del subsuelo, de modo que la excursión tuvo que reducirse hasta una hora.

    En esta misión también se deterioró uno de los guardabarros del L.R.V. Las buenas recomendaciones del equipo de tierra ayudaron a resolver el problema.

En el espacio también hay que comer (Foto: NASA)El tradicional saludo junto a la bandera (Foto: NASA)

La Tierra destaca en el fondo negro del cielo lunar (Foto: NASA)Recogiendo muestras (Foto: NASA)

(Contempla el paseo extravehicular)

El campamento del Apolo-17 (Foto: NASA)El suelo muestra un color especial (Foto: NASA)

    Durante la segunda salida extravehicular, Schmitt y Cernan dedicarían mucho más tiempo a la expedición geológica, haciendo que el primero se encontrase como pez en el agua. Ambos se alejaron unos 6 kilómetros del Challenger, y recogieron muchas muestras de rocas y polvo.

    Los técnicos de la N.A.S.A. decidieron prolongar la excursión, ajustando los márgenes de las reservas de oxígeno de los trajes, que siempre debían tenerse en cuenta en caso de que el Rover dejase de funcionar y los astronautas tuvieran que volver a pie hasta el módulo lunar. Esto permitió permanecer más de una hora en un solo lugar, un récord del programa.

    Antes de finalizar el segundo paseo espacial, los dos hombres hicieron un descubrimiento: un sector de suelo de color naranja en la depresión de Shorty. Por supuesto, Schmitt se apresuró a recoger unas muestras, que resultaron ser pequeñas esferas de cristal volcánico.

La geología fue el principal objetivo de la misión (Foto: NASA)Rodeado de huellas (Foto: NASA)

(Contempla el paseo extravehicular)

La famosa gran roca empequeñece al astronauta y al rover (Foto: NASA)El principal protagonista de la misión (Foto: NASA)

(Contempla la "reparación" del rover)

(Escucha la despedida final de la Luna)

Encuentro en órbita lunar (Foto: NASA)A punto para el amerizaje (Foto: NASA)

(Contempla el amerizaje)

    La tercera E.V.A. fue igualmente emocionante. Realizaron diversas paradas en un circuito muy bien estudiado, justo antes de empezar a sentir una cierta fatiga, acumulada durante los últimos días. No hubo tiempo para mucho más. Ni el instrumental ni la autonomía de los trajes y de las naves permitía prolongar una exploración que algún día deberán proseguir otros. Quienes quiera que sean, sin duda se beneficiarán de su experiencia.

    Antes de abandonar la superficie de Selene, los astronautas plantaron un mensaje de saludo y recuerdo a todos los que habían hecho posible la aventura lunar. Nadie sabía cuándo regresarían.

La última misión lunar llega a su fin (Foto: NASA)La herencia del Apolo (Foto: NASA)

    La cápsula del Apolo-17 volvió a la Tierra el 19 de diciembre de 1972. Desde entonces, ningún otro hombre se ha de dirigido a nuestro satélite ni existen planes concretos para ello. ¿Quizá durante el nuevo siglo? más