POLVO LUNAR

La sonda E-8-5 (Foto: Mark Wade)    Dejando atrás múltiples fracasos, los ingenieros soviéticos lograron por fin su propósito, el mismo que habían estado intentando desde junio de 1969: traer a la Tierra muestras de la superficie lunar.

    Los fallos del Proton habían coartado cuatro de los cinco vuelos anteriores con este cohete. Esta vez, en cambio, todo iría mucho mejor. El Luna-16, alias E-8-5 (406), despegó a bordo de su 8K82K/Bloque D (248-1) el 12 de septiembre y fue situado con éxito en trayectoria translunar. El día 16, era capturado por el campo gravitatorio lunar.

    La sonda maniobró de forma sistemática durante varios días, aproximando su periastro hasta que éste quedó situado a unos 15 kilómetros de la superficie, el 19 de septiembre. Su motor de descenso fue activado durante el paso por este punto y después apagado. Volvería a ser puesto en marcha a unos 600 metros de altitud. A unos 20 metros quedó definitivamente silencioso, mientras que dos pequeños motores de control de posición permitían llevar a cabo el alunizaje suave sobre las cuatro patas de la sonda.

    La cosmonave era un genuino ejemplar de toma-tierras equipado con todo lo necesario para devolver muestras a nuestro planeta, así que inició inmediatamente este trabajo. Un apéndice articulado descendió sobre la superficie, escarbando hasta unos 35 centímetros de profundidad. El brazo estaba pertrechado con una especie de pala, la cual fue utilizada para recoger delicadamente una muestra de unos 100 gramos de material. El polvo quedó automáticamente situado en el interior de un contenedor y cuando éste quedó lleno, el brazo, de unos 2 metros de longitud, se levantó y depositó la muestra en el interior de la esférica cápsula de ascenso. Una vez sellada ésta, todo quedó listo para el regreso.

    El 21 de septiembre, la minúscula etapa de ascenso partía con una velocidad de salida de 2,7 kilómetros por segundo, en dirección a la Tierra. Tres días después, la cápsula penetraba en la atmósfera terrestre, siendo recuperada intacta el día 24. Un pequeño transmisor instalado en su interior permitió encontrarla entre la vasta extensión de la zona de aterrizaje.

La cápsula de retorno de una sonda E-8-5 (Foto: Mark Wade)    Los científicos soviéticos habían preparado un enorme contenedor sellado para albergar la pequeña cantidad de materia lunar obtenida durante esta arriesgada misión. De esta forma, el polvo quedaría protegido de agresiones exteriores y no contaminaría (hipotéticamente) a nadie con microorganismos de naturaleza desconocida. En lo sucesivo, las muestras serían manipuladas en el interior de este contenedor, lleno de nitrógeno y preparado para ofrecer todo tipo de medidas de seguridad. Efectuado el estudio preliminar de las muestras, éstas fueron convenientemente distribuidas entre todos los laboratorios del país.

    Mientras tanto, el módulo de descenso del Luna-16 continuó trabajando sin problemas, tomando datos y mediciones de su entorno y transmitiéndolos a la Tierra, hasta que agotó sus reservas de energía.

El lanzamiento de un Proton moderno (Foto: Mark Wade)    Si bien los 100 gramos de polvo lunar palidecían frente a los muchos kilogramos de rocas del Apolo, al menos permitían afirmar que medios automáticos (más baratos y menos arriesgados para los astronautas) podían ser utilizados con igual acierto.

    El Luna-16 no sería la última sonda de la serie E-8-5 que volaría hasta nuestro satélite, pero antes lo haría uno de los robots E-8 (Lunokhod) que habían sido ideados para transportar a un cosmonauta en apuros.

    Previamente, y en una clara señal de que el programa tripulado lunar soviético no estaba paralizado, se colocó en la rampa de lanzamiento a la cápsula Zond L-1 que hubiera podido transportar a un par de hombres en abril si la iniciativa no hubiese sido cancelada con anterioridad. Su objetivo: colaborar en lo posible en el desarrollo del programa L-3.

    La Zond-8 (L-1 número 14) fue lanzada desde Baikonur el 20 de octubre de 1970 y sería colocada en una órbita baja (223 por 202 kilómetros) por su vector 8K82K/Bloque D (250-01).

    En un momento predeterminado, con sus paneles solares extendidos como si fueran alas, recibió el impulso del motor de inyección en trayectoria de escape (Bloque D) y se dirigió hacia la Luna. Realizada la habitual maniobra de corrección, la cosmonave informó por telemetría del buen estado de sus instrumentos. Durante el viaje, el Instituto Astronómico de Sternberg fue capaz de observarla cuando se encontraba a más de 300.000 kilómetros de la Tierra. Un poco antes, la sonda había fotografiado nuestro planeta desde una distancia de unos 65.000 kilómetros (21 de octubre) y había retransmitido las imágenes de forma inmediata, en vez de almacenarlas hasta poco antes de la reentrada.

    El siguiente paso, la circunvalación de la Luna, se llevó a cabo el 24 de octubre. La mínima distancia de sobrevuelo fue de tan sólo 1.110 kilómetros. En esta fase de la misión, las cámaras tomaron numerosas fotografías de la superficie, tanto en color como en blanco y negro. De regreso, la Zond-8 fue de nuevo observada telescópicamente, demostrando la exactitud del cálculo teórico de la trayectoria de la nave. Para conseguir una mayor precisión, el telescopio terrestre era apuntado mediante un rayo láser.

    La reentrada (27 de octubre) se realizó de forma distinta a las ocasiones anteriores: no se utilizó la doble maniobra de "rebote" atmosférico sino que se dirigió a la nave a través de una ruta que sobrevolaría el polo Norte terrestre. La razón fue el fallo del sistema de guiado. La maniobra imposibilitaría su recuperación en la propia U.R.S.S., así que ésta se produjo de noche y en el remoto Océano Índico (al sudoeste de las Islas Chagos). Un buque oceanográfico recogió la cápsula de descenso y la llevó de regreso a casa.

El Lunokhod-1 (Foto: Mark Wade)    Si había alguna posibilidad de involucrar tripulantes humanos en una de las dos cápsulas L-1 restantes en el inventario (con números de serie 10 y 15), el último fallo del sistema de guiado, que provocó una reentrada con aceleraciones de hasta 20 Gs, supondría el definitivo abandono de esta idea.

    A la espera de mejor suerte, los soviéticos volvieron de nuevo a confiar en su ejército de sondas automáticas. Para quien desconociera la verdadera magnitud del programa lunar ruso, en sus dos vertientes, tripulada y no tripulada, el Luna-17 y su extraordinario inquilino, el Lunokhod, sería uno de los máximos exponentes de la competencia técnica del cerrado país. La N.A.S.A., siempre incansable, había anunciado ya la construcción del todo-terreno (L.R.V., Lunar Roving Vehicle) que emplearían los astronautas americanos durante sus excursiones sobre la Luna, pero la U.R.S.S., que ya había previsto este tipo de vehículos como ingenio de exploración automática y como sistema de transporte para los cosmonautas que se vieran obligados a viajar hasta el lugar de aterrizaje del módulo de emergencia, sabría aprovecharse de la precocidad de sus propios planes.

    El Lunokhod (el vehículo móvil de la sonda E-8) pesaba unos 756 kilogramos y sería teledirigido desde la Tierra. En ausencia de cosmonautas, su misión principal estribaría en alejarse del punto de llegada para realizar mediciones y fotografías de zonas de especial interés científico. Estructuralmente, consistía en una especie de "bañera" que circulaba sobre un complejo sistema de ocho ruedas movidas por motores eléctricos independientes. Cubierta con un gran panel solar, transportaría cuatro cámaras de televisión que tomarían miles de fotografías de su entorno, imágenes que servirían como punto de referencia visual para el equipo de conductores situado en tierra.

El módulo de descenso y alunizaje de las sondas E-8 (Foto: Mark Wade)    Los E-8 (probablemente varios de ellos) no sólo deberían proporcionar información de navegación durante el descenso del módulo LK, sino que también inspeccionarían el buen estado general del LK de reserva, enviado con anterioridad a la llegada del cosmonauta. Si su módulo lunar se negaba después a despegar, acudirían junto a él para transportarlo sin peligro hasta el segundo LK.

    En todo caso, los objetivos del primigenio Lunokhod, todavía alejado en el tiempo respecto a cualquier posibilidad de cooperación con cosmonautas, se reducirían a una prueba general de sistemas, adelantándose de paso a las prometedoras expectativas levantadas por el vehículo estadounidense.

    El Luna-17 (E-8, 203) despegó a bordo de su cohete 8K82K/Bloque D (251-01) el 10 de noviembre de 1970. Siete días más tarde, accionaba su motor para emprender el descenso definitivo hacia el Mar de las Lluvias. Logrado éste, la entrada en escena de su pasajero, el Lunokhod-1 (8EL-203), no se hizo esperar: 3 horas después de alunizaje, los controladores ordenaron su descenso a través de las rampas instaladas a tal efecto.

    Al día siguiente, el todo-terreno iniciaba su primer viaje de exploración cubriendo una distancia inicial de unos 100 metros. A principios de junio, la distancia recorrida se aproximaba ya a los 9 kilómetros. Las estadísticas definitivas serían impresionantes: 10.540 metros recorridos, 20.000 fotografías (entre ellas 200 soberbias panorámicas) mostrando unos 80.000 kilómetros cuadrados, y análisis químicos y físicos efectuados en 500 lugares diferentes.

    Las cifras respondían a lo esperado. Si algún día un soviético lograba pasearse sobre la faz de la Luna, un Lunokhod le acompañaría en su aventura.

APUESTA FINAL

    El programa de ensayos de la Soyuz (LOK) y del módulo de aterrizaje (LK) debía confirmar que la U.R.S.S. aún no había arrojado la toalla. Este programa se subdividía a su vez en otros dos, independientes, llamados T1K y T2K. El primero contemplaba el lanzamiento de cosmonaves Soyuz 7K-LOK a bordo de cohetes Proton, para probar su comportamiento alrededor de la Tierra. Recordemos que la versión LOK era demasiado pesada para un vector Soyuz estándar. Por su parte, el T2K, también llamado LK6/T2K, implicaba el lanzamiento del módulo lunar LK mediante cohetes Soyuz, para un chequeo intensivo en órbita terrestre. El principal objetivo de ambos era garantizar el funcionamiento correcto de las unidades de propulsión, esenciales para el aterrizaje/despegue en la Luna y el regreso a casa.

Comparativa entre los módulos lunares americano y soviético (Foto: Mark Wade)

El módulo de descenso del LK (Foto: Mark Wade)

    El fracaso de la misión Apolo-13 había proporcionado algunos meses de margen, pero el tiempo y los recursos disponibles se estaban agotando rápidamente. Por eso, y también a causa del lento suministro de algunas de las piezas que configuraban a la Soyuz, se decidió eliminar de forma completa el programa T1K y centrar los esfuerzos únicamente en el módulo lunar. La Soyuz LOK sería probada en la órbita de la Luna gracias a las futuras misiones del cohete N-1.

Detalle de dos de las patas del LK (Foto: Mark Wade)

    El académico e ingeniero Yangel tuvo muchas dificultades para lograr el dinero necesario para estos experimentos. Su plan de vuelos contemplaba hasta tres módulos T2K, administrados cuidadosamente para el ensayo de la veintena de sistemas esenciales que componían el vehículo.

    El primer T2K que voló al espacio (literalmente, un módulo LK sin patas) lo hizo bajo la etiqueta "Kosmos-379". Su comportamiento e incierta misión resultaron ser un misterio para Occidente durante muchos años. Completado el despegue a bordo de un vector 11A511L, el 24 de noviembre de 1970, fue colocado en una órbita baja de 191 por 237 kilómetros. Permanecería en dicha posición durante tres días, simulando el tiempo de tránsito hacia la Luna (los sistemas debían funcionar bien después de haber estado todo ese tiempo en el vacío del espacio). Después de una maniobra, incrementó su altitud máxima sobre la Tierra (196 por 1.206 kilómetros) mediante el motor del Bloque E, simulando el descenso y la fase de "levitación" sobre la superficie lunar. Se detectó entonces la expulsión de un objeto (después se sabría que era el motor superior de maniobras) y una nueva elevación de la órbita hasta los 177 por 14.041 kilómetros. Con ello se había reproducido el despegue y la puesta en órbita alrededor de la Luna, en busca de la nave Soyuz.

El sistema de propulsión del LK (Foto: Mark Wade)

Nótese el motor que sirve para evitar que el LK rebote sobre la Luna (Foto: Mark Wade)

    A la primera tentativa, el módulo lunar había demostrado que sus sistemas de propulsión actuaban perfectamente. Además, su órbita final resultó lo bastante elevada como para garantizar una larga permanencia en el espacio (no reentró hasta septiembre de 1983).

Otro detalle del LK (Foto: Mark Wade)

El anillo de acoplamiento del LK (Foto: Mark Wade)

    Para el resto del mundo, su verdadera misión permanecería totalmente oculta durante bastante tiempo: la versión oficial sólo mencionó los acostumbrados objetivos relacionados con la "investigación de la atmósfera y el espacio exterior".

Retrato de Yangel (Foto: MM)    De una manera similar sería calificado el vuelo del Kosmos-382, apenas unos pocos días después. En esta frenética carrera contra nadie, aún quedaban muchas cosas por realizar, entre ellas el ensayo del Bloque D en su configuración para el sistema L-3. El primer test había fracasado el 28 de noviembre de 1969, durante el lanzamiento, así que, más de un año más tarde, otro vehículo L-1E (un Bloque D unido a una L-1 sin elementos de soporte vital) despegaba desde Baikonur con idéntico propósito.

    El segundo L-1E (2K) fue lanzado el 2 de diciembre de 1970. El vuelo, bautizado como Kosmos-382, supuso otro enigma más que sirvió bien a los intereses soviéticos. En esta ocasión, su cohete Proton 8K82K funcionó como se esperaba, situándolo en una órbita baja de 190 por 300 kilómetros. A continuación, y siempre controlado por los sistemas de guiado de la L-1, el motor del Bloque D empezó a maniobrar demostrando su capacidad de reencendido múltiple, tal y como debería hacer para situar al vehículo L-3 en órbita lunar, para convertirla en circular, y finalmente para hacer descender al módulo LK hasta la superficie. La nave finalizó con un apogeo de 5.082 kilómetros y un perigeo de 2.577 kilómetros, permaneciendo en órbita hasta 1994.

    El Kosmos-382 transportó varias cámaras que mostrarían el movimiento de los propelentes en ingravidez, uno de los grandes inconvenientes que habían frustrado en el pasado el reencendido del Bloque D. Tras esta misión, el Proton y la cápsula L-1 no volverían a ser utilizados en el programa lunar de forma conjunta.

Escotilla de entrada y salida del LK (Foto: Mark Wade)

Aspecto exterior del módulo superior del LK (Foto: Mark Wade)

    Fue en esta misma época cuando Chelomei recibió la orden tajante de cancelar de forma definitiva los trabajos relacionados con su cohete UR-700, la alternativa al N-1. A pesar de que su programa de alunizaje nunca fue aprobado por completo, el Gobierno había permitido proseguir los estudios preliminares de los sistemas del cohete. Esto posibilitó al ingeniero jefe volver a ofrecerlo en 1966, opción denegada que tampoco había implicado el cese total de las operaciones.

    A finales de 1970, Chelomei no sólo vería cancelados sus trabajos alrededor del UR-700 sino también los del motor RD-270 que debía impulsar su primera etapa. La U.R.S.S. no pensaba en ir a la Luna de forma competitiva, sino sólo en aprovechar las costosas inversiones realizadas hasta la fecha, la mayoría de las cuales se habían producido en el seno del programa N-1/L-3.

Sección del interior del LK (Foto: Mark Wade)

Detalle de la escotilla abierta (Foto: Mark Wade)

    También durante 1970, se iniciaron los preparativos para reproducir con toda fidelidad y en órbita terrestre el acoplamiento que el módulo lunar LK y la nave Soyuz LOK efectuarían en las cercanías de nuestro satélite. El acercamiento y unión de dos naves en el espacio ya habían sido demostrados con anterioridad, pero nunca mediante el método de atraque que se emplearía en la Luna. La misión contaría pues con la participación del sistema "Kontakt" diseñado para ello. Dos naves Soyuz serían pertrechadas con dicho sistema, una de ellas simulando ser el módulo LK y la otra la nave LOK.

    De hecho, el experimento debía llevarse a cabo en al menos dos ocasiones (Soyuz-9/10 y Soyuz-11/12). Fueron los retrasos los que provocaron la desbandada de las tripulaciones elegidas hacia abril de 1969 y no sería hasta diciembre de 1970 que éstas fueron redefinidas así: Filipchenko/Grechko, Lazarev/Makarov, Vorobyev/Yazdovskiy, y Dobrovolskiy/Sevastyanov.

Un dibujo histórico del LK (Foto: Mark Wade)

    La primera misión se vio pospuesta hasta después de las que deberían dirigirse hacia la estación espacial Salyut (DOS-1, que fue lanzada en abril de 1971). Antes, en enero de 1971, las tripulaciones seleccionadas variaron un poco.

    Finalmente, el diseño del sistema "Kontakt" resultó más complicado de lo esperado y en seguida se incurrió en más retrasos. Cuando quedó claro que el sistema de acoplamiento Igla de las estaciones Salyut era tanto o más adecuado, se optó por cancelar el programa "Kontakt" y deshacer sus tripulaciones (octubre de 1971). Así pues, los futuros vehículos lunares usarían el Igla y éste sería sobradamente probado durante las misiones que se dirigirían hacia la Salyut.

La futura Soyuz-11 se dirigiría finalmente hacia la estación espacial Salyut (Foto: Mark Wade)

    Después de la cancelación del "Kontakt", ningún cosmonauta volvería a estar relacionado con el programa lunar soviético. Los hombres disponibles serían transferidos a otros proyectos y olvidarían pronto su entrenamiento para esta utópica misión. más