HOUSTON, TENEMOS UN PROBLEMA

    La esperanza soviética de que algo fuese mal en el programa lunar americano casi se haría realidad en abril de 1970. La odisea del Apolo-13, sin embargo, no detuvo la progresión del programa de la N.A.S.A. Los motivos: el fallo fue rápidamente comprendido y resuelto, y la misión no acabó en tragedia.

    A pesar de todo, pocas veces en la historia de la Ciencia y en particular de la Astronáutica ha despertado tanta expectación un fracaso. Y también pocas veces un viaje espacial nos ha abierto tanto los ojos, haciéndonos ver cuán peligrosa es la aventura de los astronautas. El vuelo del Apolo-13, la tercera excursión americana sobre la Luna, acabó convirtiéndose en la más tensa y agonizante misión que el joven programa había vivido hasta entonces.

El escudo de la misión Apolo-13 (Foto: NASA)La tripulación original del Apolo-13 (Lovell, Mattingly y Haise) (Foto: NASA)

    Lo ocurrido con el Apolo-13 pudo haber cambiado radicalmente el futuro de la exploración del espacio. La muerte de su tripulación hubiera obligado a la N.A.S.A. a realizar un completo replanteamiento de su calendario, tal y como tuvo que hacerse tras el accidente del Apolo-1, y quizá los comunistas habrían encontrado la oportunidad de recuperar el terreno perdido, pisando Selene y preparándose para el ya propuesto viaje a Marte.

    Nadie duda ya que la carrera lunar nació profundamente enraizada en diversas consideraciones políticas, económicas y militares. Un cambio de este calibre en el resultado final de la contienda hubiera producido también grandes transformaciones en dichas áreas, con imprevisibles resultados.

    El Apolo-13 debía ser el primero de tres viajes a la Luna dedicados en su totalidad a la investigación geológica de su superficie. Para ello debía aterrizar en Fra Mauro, una altiplanicie especialmente interesante donde los astronautas desplegarían el ALSEP-3, un paquete compacto de experimentos que efectuaría gran cantidad de mediciones de todo tipo.

    La tripulación debía estar compuesta por James A. Lovell (comandante), Thomas K. Mattingly (piloto del Módulo de Mando) y Frederick W. Haise (piloto del Módulo Lunar). El despegue, previsto para el 12 de marzo de 1970, fue retrasado hasta el 11 de abril (la próxima oportunidad o ventana de lanzamiento lunar) para dar tiempo a planear la misión con mayor detalle.

Los astronautas aprenden geología de campo (Foto: NASA)No llegarían a pisar la Luna, aunque se entrenaron duramente para ello (Foto: NASA)

El ascenso y descenso vertical forman parte del entrenamiento de los astronautas (Foto: NASA)El SA-508 espera el momento del despegue (Foto: NASA)

    Un problema inesperado complicó las cosas apenas una semana antes de la partida. Los astronautas, de algún modo, quedaron expuestos a una enfermedad infecciosa (una variedad del sarampión), concluyéndose después de varias pruebas que Mattingly tenía posibilidades de contraerla durante el viaje. La N.A.S.A., que no quería retrasar la misión otro mes, decidió sustituirle por su astronauta de reserva, John L. Swigert. Debió ser una sorpresa considerable para Swigert, quien tuvo que enfrentarse en sólo dos días a una intensa batería de ensayos y conferencias para ponerse al día sobre los últimos detalles.

    Las operaciones técnicas previas al lanzamiento del cohete y la nave espacial se llevaron a cabo sin mayores problemas, aunque una de ellas, como veremos, marcaría de forma decisiva el futuro de la misión.

    Superadas todas las dificultades, el despegue se produjo puntualmente el 11 de abril de 1970. No todo fue bien durante la ascensión a través de la atmósfera, sin embargo: el motor J-2 central de la segunda fase del cohete Saturn-V (SA-508) se apagó dos minutos antes de lo previsto. Para compensar la pérdida de empuje, los otros cuatro motores del escalón y el único del tercero tuvieron que funcionar durante más tiempo. Como resultado, el Apolo-13 (CSM-109), aún unido a la etapa S-IVB, fue colocado en órbita alrededor de la Tierra con algunos segundos de retraso.

Poco antes del inicio del viaje (Foto: NASA)Un lanzamiento aparentemente normal (Foto: NASA)

(Escucha el lanzamiento de la misión Apolo-13)

    La enorme flexibilidad del sistema había permitido superar los obstáculos iniciales y prepararse a pesar de todo para el viaje a la Luna. Así, la tripulación ordenó el encendido definitivo de la S-IVB, operación que les colocaría en una trayectoria de transferencia hacia nuestro satélite. La ruta de retorno libre permitiría rodear la Luna y volver a la Tierra sin ninguna intervención por parte de los astronautas en caso de que los sistemas de propulsión fallaran. Poco después, el Apolo-13 se separó del cohete y dio un giro de 180 grados para extraer del interior de la zona de carga al Módulo Lunar (LM-7). Ya unido a él, el conjunto volvió a girar sobre sí mismo, colocándose en configuración de crucero.

    Para evitar interferir en la misión, la etapa S-IVB evacuó todo el combustible residual, situándose en una ruta de impacto contra la Luna (el choque a 2,5 kilómetros por segundo, equivalente a más de 7.000 kilogramos de T.N.T., provocó una serie de vibraciones que el sismómetro instalado por la tripulación del Apolo-12 mediría durante cuatro horas). Dos días después, el motor principal del Módulo de Servicio funcionó durante apenas 3 segundos, situando al Apolo-13 en una trayectoria de retorno híbrida, es decir, de retorno no libre. En caso de tener que abortar el alunizaje, los astronautas deberían volver a usar sus motores, pero ésta era la única opción disponible si lo que se quería era entrar en órbita alrededor de Selene.

    Hasta ese momento, los puntos del plan de vuelo se habían cumplido con tanta escrupulosidad que la opinión pública no tardó en perder el interés por el desarrollo de la misión. No había emoción, se sabía lo que iba a ocurrir en cada instante durante las próximas jornadas.

(Escucha los comentarios televisivos realizados desde el Apolo-13)

    Fred Haise y John "Jack" Swigert se encontraban en el interior del Módulo Lunar "Aquarius", realizando diversas comprobaciones rutinarias, cuando un sonido apagado inundó la nave. Eran las 04:08 de la mañana, hora de Florida, del 14 de abril. Lovell, en el Módulo de Mando, informó de inmediato al centro de control en Houston, Texas, pronunciando su famosa frase: "Houston, tenemos un problema!".

De momento, tranquilidad... (Foto: NASA)Salta la sorpresa y se inicia la crisis (Foto: NASA)

(Escucha el momento de la explosión)

(Contempla la noticia de la explosión)

    Aunque ni unos ni otros fueron capaces en primera instancia de abarcar la verdadera gravedad de la situación, resultó pronto evidente que la explosión se había producido en el Módulo de Servicio, donde se almacenaban los sistemas de propulsión, producción eléctrica y provisión de oxígeno. Los astronautas, desde su posición, eran incapaces de observar visualmente lo que estaba pasando debido a la arquitectura de la nave, pero con el transcurrir de los minutos, los instrumentos indicaron las consecuencias del misterioso estallido.

    Tras él, efectivamente, se produjo un fugaz aumento de la tensión eléctrica, seguido por el cese del funcionamiento de una de las células de combustible que producían electricidad. Al mismo tiempo, y debido a ello, los índices de energía y presión del oxígeno empezaron a descender en la cabina del Módulo de Mando. Posteriores observaciones visuales confirmaron un escape de oxígeno líquido, así como la expulsión de varios fragmentos pertenecientes a la zona afectada, que pronto se alejaron de la nave.

    El hecho de que los sistemas de control ambiental quedaran muy afectados por lo sucedido, obligó a Houston a ordenar a los astronautas la activación de sus homólogos en el Módulo Lunar. Mientras, los cálculos indicaron la existencia de apenas 15 minutos de energía eléctrica y oxígeno para alimentar al Módulo de Mando.

    Dos horas después de la explosión, el Aquarius se había convertido ya en una especie de balsa de salvamento improvisada. La nave abandonó su estado de hibernación para pasar a proporcionar el oxígeno que necesitaría la tripulación, así como una presión y temperatura aceptables.

El módulo lunar se convertiría en el salvavidas de la misión (Foto: NASA)Sólo contemplarían la Luna desde lejos (Foto: NASA)

    Al principio, un recuento de los recursos disponibles contabilizó sólo 38 horas de energía, oxígeno y agua (menos de la mitad del tiempo necesario para volver a la Tierra). Posteriores estimaciones, que tenían en cuenta reducir la temperatura al mínimo soportable y la desactivación de todos los sistemas no esenciales, incrementaron esta cifra hasta hacerla compatible con el objetivo último: la vuelta a casa.

    Por supuesto, la dirección del proyecto anunció la cancelación del alunizaje, otorgando máxima prioridad al regreso de los tres astronautas. Existían para ello diversos problemas. La pérdida de control en el Módulo de Mando elevaba ciertas dudas sobre la capacidad de la nave de efectuar una reentrada atmosférica segura. Asimismo, la no operación de las células de combustible implicaba que la tripulación tendría muy poca agua, un subproducto de su funcionamiento durante la generación de electricidad a partir de la unión química de oxígeno e hidrógeno líquidos.

    La temperatura era también baja. La falta de potencia impedía calentar la atmósfera artificial, lo que a su vez provocaba la aparición de humedad sobre los instrumentos. Al mismo tiempo, la no retirada del dióxido de carbono producido por la respiración de los astronautas amenazaba con envenenarlos.

    Realizadas numerosas deliberaciones, el centro de control comunicó al Apolo-13 un plan improvisado que debía llevarlos a la Tierra. Sin saber si el motor del Módulo de Servicio estaba dañado, la N.A.S.A. prefirió usar el de la etapa de descenso del Aquarius, efectuando con él una breve corrección de curso. Ésta devolvería al conjunto a una trayectoria de regreso libre. Sin la potencia necesaria para frenar y volver directamente a su punto de partida, el Apolo debía rodear primero la Luna y emprender después el retorno, una maniobra que duraría al menos cuatro días. Éste era el tiempo que los astronautas debían sobrevivir en esta situación si querían alcanzar nuestro planeta con posibilidades de ser rescatados.

El purificador de aire improvisado (Foto: NASA)Se siguieron las instrucciones enviadas por el control de vuelo (Foto: NASA)

(Contempla cómo improvisan los astronautas)

    El encendido del motor del Módulo Lunar, diseñado en su día para posar a dos hombres sobre la Luna, se desarrolló según lo establecido. El Apolo-13 se vio entonces en una trayectoria que lo llevaría a unos 254 kilómetros de distancia de la cara oculta, fuera del alcance de las comunicaciones con la Tierra. A la 01:51 del 15 de abril, las antenas de la N.A.S.A. volvían a entrar en contacto con el tren espacial, precisamente a la hora y en la posición esperados. Los astronautas informaron de la toma de fotografías de la superficie, el único resultado científico que podría salvarse de la fallida misión.

    Un poco más tarde, a las 03:41, el motor del Aquarius entró de nuevo en acción. Funcionando durante 4 minutos y 21 segundos a menos de la mitad de su potencia, situó a la nave en una ruta transterrestre. El resto del viaje consistiría en mantenerse en las mejores condiciones posibles y en controlar la trayectoria para asegurar la intersección con nuestra atmósfera.

    En este sentido, fueron necesarias sendas correcciones el 16 y el 17 de abril, sin las cuales la nave hubiera perdido la necesaria alineación. Los gases en expansión del destrozado Módulo de Servicio provocaron inoportunos movimientos de rotación, que en ocasiones dificultaron además las comunicaciones con la Tierra.

    Asegurado el viaje de regreso, la N.A.S.A. se entregó a la tarea de mantener con vida a la tripulación. Swigert permanecería en el Módulo de Mando durante una buena parte del viaje, vigilando los poquísimos sistemas de control que se habían dejado en marcha para las fases más críticas. Sus compañeros, mientras, permanecerían en el Aquarius. Éste sólo había sido diseñado para dos personas y no permitía excesiva libertad de movimientos.

    Swigert tuvo que soportar temperaturas bajísimas, que sólo pudo combatir a base de acumular toda la ropa disponible. Aunque en general intentaron dormir para estar alerta en los momentos esenciales, les resultó difícil ante el desagradable ambiente que reinaba en el interior de la nave. Uno de los máximos problemas, la intoxicación por dióxido de carbono, fue resuelta gracias al ingenio del equipo de tierra. Utilizando sólo elementos que se sabían disponibles a bordo, construyeron una serie de conductos que facilitarían la acción de los purificadores, su intercambio y su distribución en zonas en las que no estaba previsto su uso.

De regreso a la Tierra (Foto: NASA)El módulo de servicio, totalmente dañado (Foto: NASA)

(Escucha la descripción de los daños)

    Después de la última corrección de ruta, que serviría para ajustar el punto del amerizaje, el Módulo Lunar podía ser expulsado. Su utilización les había permitido sobrevivir, así como ahorrar la energía eléctrica que necesitaría el Módulo de Mando durante los breves minutos de operación en solitario, en la reentrada.

    Pero antes, el dañado Módulo de Servicio fue separado del conjunto. Eran las 14:25 del 17 de abril. Los astronautas tuvieron la oportunidad de fotografiar el estado en el que había permanecido tras la explosión. Una explosión que apareció en las imágenes mucho más dramática de lo que todos habían creído.

Adiós, amigo (Foto: NASA)Se acabó la pesadilla (Foto: NASA)

(Contempla cómo se celebra el descenso)

    Los tres hombres se preocuparon ahora de devolver el pulso a los sistemas de su Módulo de Mando. Usando la limitada energía eléctrica de las baterías, observaron, maravillados, que a pesar de las extremas condiciones vividas, todo funcionaba perfectamente.

    Con los astronautas ya en su interior y con la escotilla cerrada, el Aquarius fue expulsado a las 17:43. Un último saludo de agradecimiento hacia la nave que les había salvado la vida precedió a su lenta separación.

    Entonces, la cápsula, bautizada apropiadamente como "Odyssey" mucho antes del lanzamiento, inició la secuencia de reentrada sobre la atmósfera terrestre. Las sospechas de que la explosión podría haber dañado el escudo térmico de protección de la nave probaron ser infundadas y el pequeño vehículo tomó contacto con las capas más externas de la envoltura gaseosa de la Tierra a las 18:43.

    Debido a la formación típica de una nube de plasma alrededor de la cápsula, a consecuencia de las altas temperaturas alcanzadas, las comunicaciones se interrumpieron durante cuatro tensos minutos. Hasta después de este período, nadie sabría si la tripulación había podido finalmente sobrepasar la fase más crítica del regreso.

Los astronautas abandonan su cápsula tras el amerizaje (Foto: NASA)Deshidratados y con mal aspecto, los astronautas pisan la cubierta del portaaviones (Foto: NASA)

El rescate es celebrado como un auténtica victoria del ingenio humano (Foto: NASA)La cápsula es izada a bordo (Foto: NASA)

    Cuando la visión de los tres paracaídas extendidos llenó las pantallas de televisión de los hogares de millones de americanos, estalló la euforia y se dio rienda suelta a la celebración del final feliz de esta fallida aventura lunar.

    La Odyssey amerizó a sólo 6 kilómetros de distancia del portaaviones U.S.S. Iwo Jima, en el océano Pacífico. Varios helicópteros acudieron al rescate, llevando a los hombres y a su nave hasta la cubierta del enorme buque. Sus rostros mostraban el cansancio de todo lo que habían vivido. Parcialmente deshidratados, sin afeitar, fueron recibidos con entusiasmo y trasladados con honores de héroe hasta donde les esperaban sus familias. Sucesivas exploraciones médicas demostraron que ninguno de ellos se encontraba enfermo.

    Cualquier análisis posterior de lo sucedido ha mostrado a los historiadores que la tripulación del Apolo-13, aún en la desgracia, tuvo suerte. Si el accidente se hubiese producido tras el alunizaje, con el Módulo Lunar abandonado en la superficie de nuestro satélite, probablemente no habrían podido sobrevivir. ¿Y qué habría pasado si el estallido hubiera afectado al Módulo de Servicio cuando el Odyssey hubiera estado ocupado sólo por una persona, girando alrededor de la Luna?

La nave funcionó bien durante la reentrada, a pesar de haber permanecido varios días sin actividad (Foto: NASA)Lovell contempla lo que han dicho los periódicos sobre su misión (Foto: NASA)

    De un modo u otro, la investigación sólo debía buscar la razón del accidente, no sus hipotéticas consecuencias. Era necesario discernir si la nave Apolo tenía algún defecto que pudiese afectar a los demás vuelos de la serie, o si por el contrario lo ocurrido había sido sólo fruto de la negligencia humana, componentes defectuosos, o cualquier otra cosa.

    Las explicaciones que dio la N.A.SA. no fueron demasiado claras. La que podemos calificar como versión oficial no se daría a conocer hasta cinco años más tarde, durante la publicación de la historia del programa Apolo financiada por la propia agencia. Según este texto, el tanque de oxígeno número dos del Módulo de Servicio se recalentó y estalló, destruyendo en el proceso el tanque número uno. Había estado instalado en el Apolo-10, pero tuvo que ser desmontado y reemplazado debido a la aparición de diversos problemas. La operación de desensamblaje dañó el tanque, que tuvo que ser devuelto a la fábrica. Reconstruido, fue sometido a diversas pruebas una vez montado en la propia rampa de lanzamiento. Su interior contenía un sistema calentador eléctrico, que serviría para mantener el oxígeno en el estado más apropiado. Dos interruptores gobernaban este sistema, desconectándolo cuando la temperatura era superior a la permitida, pero durante las citadas pruebas fueron sometidos a corrientes eléctricas excesivas, circunstancia que acabó con ellos. Como resultado de esto, con el Apolo-13 ya en el espacio, los interruptores nunca funcionaron y el tanque de oxígeno se sobrecalentó. Los cables eléctricos que recorrían el interior del tanque se calentaron también, se destruyó su protección térmica y se inició un incendio que ocasionó la explosión.

Nixon recibe personalmente a los héroes (Foto: NASA)Una de las piezas que fallaron y provocaron el desastre (Foto: NASA)

(Contempla cómo se celebra el discurso de Nixon)

    El tanque, una vez lleno de oxígeno líquido, se convirtió en una bomba en potencia desde el preciso instante en que fue instalado a bordo del Apolo-13. Una bomba que podía estallar en cualquier momento, incluso en el espacio. Lo hizo finalmente a 55 horas y 54 minutos del despegue, a más de 300.000 kilómetros de la Tierra. Afortunadamente, la misma tecnología, la misma inteligencia que había provocado el desastre de forma indirecta, se encargaría de devolver a casa a los tres astronautas, en una espectacular demostración de cómo el ingenio humano sabe reaccionar ante la adversidad.

LA ULTIMA 7K-OK

    El 18 de mayo de 1970, un satélite de reconocimiento estadounidense delató la presencia sobre la rampa 110 de un nuevo cohete N-1. En esta ocasión transportaba a su carga útil. Permanecería en dicha posición hasta el 4 de junio y luego sería devuelto al hangar. Aún debería pasar otro año antes de que se produjera el próximo lanzamiento de esta serie.

    Mucho antes, el 1 de junio de 1970, era la cosmonave Soyuz-9 quien partía con dos tripulantes hacia la órbita terrestre. Se trataba de la última cápsula 7K-OK (la número 17). En lo sucesivo, una versión pensada no para acoplarse a otras Soyuz sino a una estación espacial (7K-T) tomaría su lugar.

Un cohete Soyuz espera el momento del despegue (Foto: MM)

    Precisamente, la misión de la Soyuz-9, que despegó a bordo de un cohete 11A511, era ensayar largos períodos de estancia en el espacio. La experiencia sería útil para el programa lunar, y también para cuando los cosmonautas soviéticos tuvieran que trabajar durante semanas a bordo de los complejos orbitales.

Las 7K-OK darían lugar a versiones más sofisticadas (Foto: Mark Wade)

    El fracaso de la carrera por el alunizaje había propiciado un retorno a la vieja cuestión de las estaciones espaciales. La militar Almaz, ideada en respuesta al M.O.L. estadounidense, se estaba retrasando debido a la necesidad de poner a punto los vehículos de transporte T.K.S./Merkur (a su vez herederos de la nave lunar LK-1 de Chelomei). Por eso, en febrero de 1970 se ordenó la construcción de una estación más sencilla. Utilizaría tecnología de las Soyuz (los paneles solares y el sistema de propulsión) y el casco de la Almaz. La que se haría llamar DOS (Estación de Larga Duración) avanzaría rápidamente en manos de los grupos industriales OKB-1 y OKB-52 y estaría lista para un lanzamiento en abril de 1971. La espera previa al inicio activo del programa, denominado 17K (así como Zarya, inicialmente, y después Salyut) dejaría un hueco en las actividades tripuladas y éste era el que la Soyuz-9 debía cubrir.

Una 7K-OK en órbita (Foto: Mark Wade)

    Con el récord de permanencia soviético situado en tan sólo 5 días (Bykovsky), los tripulantes de la Soyuz-9 (Nikolayev y Sevastyanov) debían incrementarlo hasta mucho más allá: 18 días.

    Demostrando que el programa lunar no estaba aún muerto en esta época, los ocupantes de la cosmonave ensayarían el uso de una unidad de descontaminación, diseñada para proteger a los seres humanos de una posible importación de gérmenes procedentes de la superficie de nuestro satélite.

    Tampoco faltarían (habría tiempo de sobras para ello) las observaciones de los océanos y continentes de la Tierra, en especial de las regiones soviéticas.

La Salyut-1 fue la primera estación DOS, después de los retrasos de las Almaz (Foto: Mark Wade)

    Nikolayev y Sevastyanov emplazaron su nave en una órbita baja a unos 250 kilómetros de altitud. En ella dejaron pasar incontables horas, mientras acumulaban pruebas que finalmente no serían concluyentes. La presencia de sólo dos tripulantes respondía a la necesidad de transportar suficientes consumibles para el prolongado período, y también hubo que conservar combustible, lo que obligó a colocar a la nave en una rotación constante que provocó mareos a los hombres, dificultando la caracterización médica de la misión.

Aspecto externo de una Soyuz 7K-OK (Foto: Mark Wade)

    Ambos empezaron a sentirse fatigados antes de las dos semanas de vuelo. Por fin, 17 días y 16 horas después del lanzamiento, la Soyuz-9 regresó a la Tierra. Los cosmonautas fueron extraídos del interior de su nave y llevados a la Ciudad de las Estrellas para simular una cuarentena de dos semanas, la misma que se necesitaría tras el alunizaje. Las instalaciones, sin embargo, no serían empleadas nunca más. más