Prólogo

    La exploración del Cosmos, y en particular, la salida del Hombre al espacio, merecerán sin duda alguna un capítulo especial en el grueso volumen de la Historia de la Ciencia y la Tecnología. La Astronáutica, una ciencia nueva que no es sino la amalgama de otras muchas y cuyo fin es estudiar la metodología del viaje espacial, se ha convertido en apenas medio siglo en uno de los más claros ejemplos de lo que la Humanidad puede llegar a hacer si se reúnen en un momento determinado las condiciones políticas y económicas adecuadas.

    El arte de la investigación espacial, sin embargo, no está al alcance de cualquier nación. A mediados del siglo XX, sólo dos campeones de ideología opuesta poseían los recursos humanos y materiales necesarios para poder adentrarse en este nuevo y vasto territorio que es el Cosmos. La eterna búsqueda de prestigio, poderío militar y supremacía ideológica, empaparía el relato de las misiones que se realizaron durante este período, el inicio de lo que coloquialmente hemos llegado a denominar "Carrera Espacial"..

    Fue una de esas dos naciones, la Unión Soviética, quien obtuvo las primeras victorias en esta competición nunca oficialmente reconocida. El advenimiento del primer hombre en el espacio -a la sazón un ciudadano del país comunista-, y una compleja sucesión de fracasos políticos como el desastre de Bahía Cochinos, moverían al entonces Presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, a tomar una de sus más famosas decisiones: América combatiría a la U.R.S.S. en su propio terreno, viajaría hacia la Luna, y lo haría antes de que finalizase la década. Con este simple discurso, la "Carrera Espacial" se transmutó en "Carrera Lunar", y el futuro de la Astronáutica cambió para siempre.

    Los años siguientes transcurrieron aún plenos de éxitos soviéticos. Por eso, los dirigentes de aquel vasto país no tuvieron inconveniente en anunciar lo que ya era obvio: frente al reto americano, la U.R.S.S. respondería de forma adecuada con su propio programa lunar, buscando mantener el liderazgo que tan gloriosamente había ostentado hasta ese momento. De hecho, hasta 1968, fueron numerosas las declaraciones que reconocían los progresos de tal proyecto. Pero de pronto, poco antes del desembarco del Apolo-11, tanta condescendencia se trocó inesperadamente en negativa total: en la Unión Soviética jamás había existido un programa lunar tripulado

    ¿Por qué este cambio de actitud?

    Para los analistas especializados, al menos, nunca hubo ninguna sombra de duda sobre su existencia. Estos estudiosos habían reuniendo poco a poco, durante años, las piezas del gigantesco rompecabezas que daba forma a la sucesión de vuelos y misiones soviéticas, un listado compuesto por fechas, órbitas y hechos incontestables. Y de sus análisis obtuvieron un relato aproximado de lo sucedido; plagado de errores e imprecisiones, es cierto, pero coherente y enfrentado a la versión oficial. Un relato que no podía ser más claro: la U.R.S.S. había competido realmente en la carrera más notable de todos los tiempos y había fracasado en el empeño.

    Por desgracia, la historia no la suelen escribir los analistas. La ignorancia de unos y las negativas de los otros propiciaron una visión distorsionada de lo que realmente sucedió, y ésta es la que permanece aún en la mayoría de las enciclopedias y publicaciones no especializadas.

    La Historia, a menudo, favorece poco a los derrotados, así al menos parecen creerlo estos últimos. No es pues de extrañar que sea el bando vencedor quien haya visto plasmada su hazaña con una mayor riqueza de detalles, mientras que la otra facción, otrora orgullosa de sus avances en la contienda, no haya sabido sino negar su participación en ella. Por eso, sólo con la desintegración de la antigua U.R.S.S., y tras la desaparición de toda motivación patriótica, ha sido posible escribir la verdadera historia de un programa que oficialmente no existió.

    La historia de la conquista lunar es uno de los más fascinantes relatos que la aventura humana haya producido jamás. Así pues, ¿por qué no aumentar su inmensa y emotiva singularidad con la adición de una nueva y saludable perspectiva? Éste es el motivo por el cual se ha escrito este libro. La celebración del 50 Aniversario del Sputnik, y la visión en el horizonte del 40 Aniversario de la llegada del Hombre a la Luna, bien merecen el reconocimiento de lo que sucedía más allá del Telón de Acero mientras, un ya lejano 20 de julio de 1969, dos astronautas pisaban por primera vez la superficie de otro astro.

    El esfuerzo ha sido considerable: ha sido necesario poner en orden y contrastar numerosas fuentes de muy distinto signo y origen, a menudo con declaraciones y conclusiones contradictorias. A pesar de todo, los errores que el lector pueda encontrar en el texto son únicamente responsabilidad del autor, quien sólo puede agradecer a las diversas partes el interés y el esfuerzo por dar a conocer los años oscuros de la cosmonáutica soviética. También debo reconocer el apoyo incondicional de Jorge Munjé, sin el cual este proyecto no habría tenido sentido, así como dar las gracias a David Rodríguez y Javier Casado. No puede faltar tampoco mi más profundo agradecimiento a la formidable labor de Mark Wade, quien me proporcionó mucha información e imágenes.

    En este texto encontrarán el más completo relato en español de las aspiraciones soviéticas por conquistar la Luna. Se publicó originalmente en CD-ROM, junto a otros contenidos, y ahora está disponible para su consulta libre en Internet. Que lo disfruten.

Manuel Montes
Julio de 2007