Epílogo

 

    Con la desintegración de la U.R.S.S., los participantes en el programa lunar soviético empezaron a hablar de sus experiencias, liberados del secreto de Estado sobre el que no habían podido manifestarse.

    Mishin, por ejemplo, se atrevió a decir que el fracaso fue debido a diversas circunstancias: entre ellas, las desavenencias políticas, la pérdida de líderes natos como Korolev o Gagarin, la inadecuada inversión económica en el programa (notablemente inferior a la realizada por los Estados Unidos), las imposiciones de Khrushchev (que distrajeron la atención de Korolev en numerosas ocasiones y disminuyeron los recursos humanos y materiales para el proyecto lunar), y las limitaciones tecnológicas de la industria soviética. También dijo que la superioridad americana, sin duda, vino de la mano de aquello que tradicionalmente había sido terreno fértil para la U.R.S.S.: los cohetes lanzadores. Con su Saturn-V, y sobre todo, con sus etapas superiores criogénicas, los estadounidenses obtuvieron de una forma mucho más sencilla la energía que necesitaban para el viaje lunar. Cuando la U.R.S.S. se dio cuenta de tal circunstancia, inició el desarrollo de sus propios motores, pero éstos no llegaron a tiempo.

    Hasta 1964, Khrushchev había dado prioridad al programa circunlunar de Chelomei, subestimando el potencial americano, de modo que éstos partieron hacia un único objetivo con tres años de ventaja. Después, con un proyecto de alunizaje en marcha, se volvieron a subestimar las dificultades técnicas y científicas de tamaña empresa, lo que finalmente redundaría en multitud de fracasos de todo tipo. Más adelante, la falta de tiempo y la premura política obligarían a evitar la construcción de sistemas de verificación en tierra, provocando con ello un índice de siniestralidad en el programa absolutamente intolerable.

    El Glasnost, la apertura informativa, en 1989, permitió a científicos americanos la contemplación de las reliquias a las que hemos hecho mención en todo este trabajo. Gracias a esta noticia, muchos analistas e historiadores han viajado a Rusia para fotografiarlas y estudiarlas. Quizá sea por ello que el programa lunar tripulado soviético parece ahora más vivo, más presente, que su homónimo americano.

    La carrera lunar finalizó. Sólo queda el recuerdo de lo que fue capaz de generar, la chispa vital necesaria para que el Hombre decidiera poner su pie sobre la Luna. Las circunstancias actuales, tan distintas, no entienden ya de rivalidades científicas como armas para dirimir diferencias en otros campos. Por eso, para que la conquista espacial continúe adelante, como antaño, sólo queda una posibilidad: la colaboración internacional.

    Se han iniciado las primeras misiones conjuntas entre americanos y rusos. Quizá algún día decidan regresar a la Luna: pero esta vez, sin duda, deberán hacerlo unidos.

 

FIN

Tiempos que tardarán en volver... (Foto: MM)