CAPITULO 8
CUANDO EL SUEÑO SE DESVANECE

 

"Aguardad vuestro turno con paciencia y con fe. Que hay
más estrellas que hombres y hay alas para todos".

-León Felipe (1884).

 

    Los Estados Unidos habían trabajado duro para conseguir llegar a la Luna antes de 1970. Obedeciendo el mandato de su desaparecido Presidente, habían invertido cantidades colosales de dinero y la industria del país se había volcado en una unión difícilmente superable. La rapidez con la que evolucionó el Proyecto Apolo, a pesar de la tragedia y los problemas técnicos que envolvieron al programa durante algunos meses, no dio pie a la respuesta soviética. El tiempo (si tenemos en cuenta la característica competitiva de la aventura lunar) se había disipado rápidamente para la U.R.S.S. y para ésta la batalla se había perdido. ¿Qué hacer ahora, cómo reaccionar ante tan adversas circunstancias?

    Por un lado, las autoridades soviéticas decidieron continuar negando sistemáticamente su participación en un supuesto programa lunar tripulado, al tiempo que ordenaban la continuación de una ambiciosa serie de sondas automáticas que incluiría recolectores de muestras y vehículos todo-terreno. Por otro, proseguirían esforzándose secretamente en pos del alunizaje de sus cosmonautas.

NO HAY QUE RENDIRSE

Un gráfico del Soyuz 7K-LOK (Foto: Mark Wade)    En este punto, el de la apoteosis del Apolo-11, los responsables de la iniciativa soviética podrían muy bien haber decidido la cancelación del proyecto lunar. Sin embargo, no lo hicieron. La N.A.S.A. tenía ante sí una larga retahíla de misiones cada vez más complejas. Un sólo accidente podría transformar la situación de una forma inesperada y nada contraria a los intereses de la U.R.S.S.

    El único modo de permanecer preparados a la espera de esta hipotética circunstancia era continuar adelante con los vuelos de prueba del vector N-1 y proseguir la verificación de las cosmonaves Soyuz 7K-OK, especialmente en el ambiente lunar que caracterizaría sus misiones. Por el momento, no obstante, debido a los recientes fracasos en el lanzamiento de los dos primeros N-1, pasaría mucho tiempo antes de que una Soyuz pudiese viajar a la Luna. La otra alternativa, por supuesto, era la participación del cohete Proton, es decir, continuar utilizando la versión 7K-L1 de dicha cosmonave.

Un corte del interior del módulo orbital de la cápsula LOK (Foto: Mark Wade)    La presión política que había implicado la competición con los americanos había desaparecido por fin. Ya no era necesario arriesgar durante los vuelos de prueba. Bastaba con llevar a cabo un calendario de ensayos coherente y bien definido. Sin ceder a las urgencias, se conseguiría estar preparado para cualquier eventualidad, amortizando de paso las considerables inversiones realizadas hasta entonces. Si la U.R.S.S. continuaba negando que una vez participó en la carrera y además abandonaba toda esperanza de seguir los pasos de los EE.UU., se vería obligada a destruir buena parte de lo que tardó casi una década en construir. En cambio, si continuaba adelante con las pruebas, mantendría una puerta abierta que impediría que los americanos capitalizasen totalmente el alunizaje.

    De cara al exterior, eso sí, se negaría la existencia de ningún programa lunar tripulado (lo contrario señalaría su fracaso). Para la prensa, sólo resultarían visibles las misiones automáticas de recogida de muestras y otras de tipo similar que intentarían contraponerse con las del Apolo. Si este último fallaba pronto, la U.R.S.S. poseería el único método de captura de rocas y, aún mejor, tendría en la recámara el eventual envío de su propia tripulación a bordo de la combinación N-1/L-3.

    Suponiendo que el calendario de ensayos del N-1 y de las L-1 se mantuviera, 1970 podría ser un buen año para reclamar una parte de la gloria: el centenario del nacimiento de Lenin podría contemplar el primer viaje soviético hacia nuestro satélite. Sin duda, la U.R.S.S. aún no estaba preparada para echarlo todo por la borda, o mejor dicho, nadie en Moscú quería reconocer todavía el fracaso y mucho menos responsabilizarse de él.

MAS DE LO MISMO

    Recibida la indicación de que era conveniente continuar contribuyendo al ensayo de los elementos del viaje lunar, Chelomei preparó la cápsula 7K-L1 número 11 y la colocó sobre el correspondiente cohete 8K82K/Bloque D (243-01). De este modo, el 7 de agosto de 1969, cuando aún no se habían apagado los ecos de la victoria estadounidense, se lanzaba desde Baikonur la que haría llamarse Zond-7. Su objetivo sería la habitual trayectoria circunlunar.

    La nave pesó al despegue unos 5.375 kilogramos. Se diferenciaba muy poco de sus antecesoras más próximas, aunque algunos de sus experimentos habían recibido sutiles mejoras, como por ejemplo, las cámaras que transportaba a bordo, que ya podían tomar fotografías en color. Por su parte, el vector Proton, algo recuperado de su nefasta serie de fallos, funcionó bien y situó a su carga útil en una órbita de aparcamiento de 191 por 183 kilómetros. Después, el encendido del motor del Bloque D impulsó a la cosmonave hacia una trayectoria de retorno libre alrededor de la Luna.

Un Proton-K/D despega desde Baikonur (Foto: Mark Wade)    A pesar de la aparente ociosidad de su viaje, la Zond desarrolló una intensa actividad científica. Así, el 8 de agosto, sus cámaras encuadraron el disco terrestre desde una distancia de unos 70.000 kilómetros y tomaron numerosas fotografías. Al día siguiente, la nave efectuó una rutinaria maniobra de corrección de ruta, posibilitando el sobrevuelo de la superficie del satélite a una distancia adecuada. Dos jornadas después, la Zond-7 rodeaba la Luna e iniciaba la primera de dos sesiones fotográficas, a unos 10.000 kilómetros de distancia de la superficie. Durante 10 minutos, se tomaron multitud de imágenes, principalmente del Océano de las Tempestades. A continuación, cuando la distancia se vio reducida a tan sólo 2.000 kilómetros, siguió captando instantáneas de la cara oculta de la Luna y también de la Tierra, visible sobre el horizonte del limbo lunar. En dicho ambiente, la cosmonave efectuó diversas mediciones del entorno y acumuló valiosa información sobre el comportamiento de sus sistemas.

    Después de rodear nuestro satélite, la Zond-7 enfiló el camino de regreso a casa. Por ahora todo se había desarrollado de forma perfecta. Una vez en las inmediaciones de la Tierra, la cápsula de descenso fue separada del resto de la nave. Era el 14 de agosto. El pequeño módulo efectuó su primer contacto con la atmósfera tal y como estaba previsto, siguiendo una ruta que lo llevó sobre el Polo Sur. La Zond "rebotó" brevemente, reduciendo su velocidad y situándose en la dirección apropiada para reentrar sobre la Unión Soviética. La segunda inmersión en las capas más densas de la atmósfera y el inmediato rozamiento con ellas redujo su velocidad de descenso hasta apenas unos 0,2 kilómetros por segundo. Los paracaídas fueron desplegados a una altitud de menos de 8 kilómetros.

    Completado su viaje, la Zond-7 fue recuperada intacta al sur de Kustanai, en el desierto del Kazajstán, donde había aterrizado minutos antes. Varios retrocohetes habían sido utilizados para que la nave se posara lo más suavemente posible. Con una masa terminal de 2.720 kilogramos, la cápsula fue llevada a Moscú para su inspección.

 Chelomei (Foto: MM)   Así acababa el mejor y más perfecto vuelo de una cosmonave L-1.

    Chelomei era consciente de que, por fin, el sistema estaba listo para ser habitado. Por eso, programó un nuevo vuelo sin tripulación para diciembre de 1969. Si aquél resultaba también satisfactorio, se procedería a lanzar una misión pilotada por dos cosmonautas en abril de 1970, coincidiendo con el primer centenario del nacimiento de Lenin. De esta forma, la que hubiera sido bautizada como Zond-8, fue colocada en la rampa de lanzamiento y verificada exhaustivamente en noviembre.

    Fue en ese momento cuando Chelomei sufriría una de sus mayores desencantos: el Politburó había cambiado de idea y decidió abandonar la posibilidad de incluir hombres en la Zond-9. Celebrar un aniversario tan importante con una cosmonave que podía fallar sería algo contraproducente, así que esta misión quedaría relegada para otro momento menos significativo.

    Tampoco perduraría mucho tiempo esta última posibilidad. Los políticos revisaron la cuestión y concluyeron que colocar hombres en el marco de un programa puramente tecnológico había dejado de tener sentido. La faceta tripulada de este programa, pues, quedaba cancelada en su totalidad.

    ¿Qué hacer ahora con la Zond-8? Lista para el despegue, sería enviada al espacio más adelante (octubre de 1970), aunque sólo para ayudar en la optimización del sistema N-1/L-3.

EL PROTON NO COLABORA

Un Proton-K/D espera su lanzamiento desde Baikonur (Foto: Mark Wade)    Si los cosmonautas no podían traer rocas hasta la Tierra, lo harían las sondas automáticas. Para eso había sido diseñado el programa de recogida de muestras E-8-5.

    La número 403 despegó desde Baikonur el 23 de septiembre, a bordo de su vector 8K82K/Bloque D (244-01). Pero una vez en órbita baja de aparcamiento, el motor del Bloque D, afrontando una fuga de oxígeno líquido debido a un defecto en una válvula, dejó de funcionar correctamente. Fracasado el intento, la nave recibió el nombre de Kosmos-300. Según los soviéticos, el vehículo había cumplido todos sus objetivos, entre ellos, "el estudio de la atmósfera superior de la Tierra".

    Mientras tanto, en Baikonur, las tareas de reparación de las rampas de lanzamiento del N-1 continuaban a paso acelerado. Una de ellas, la menos dañada, recibió una visita el 24 de septiembre: probablemente la maqueta 1M1 o quizá el vector 6L, aunque sin carga útil. Su presencia ayudaría a verificar que todos los sistemas de la infraestructura terrestre volvían a ser operativos. Su aspecto externo era por primera vez totalmente blanco, algo que paliaría en parte las altas temperaturas sufridas por los equipos durante el verano.

    El 22 de octubre, aprovechando la siguiente ventana de lanzamiento, otra sonda E-8-5 (404) partía hacia la Luna. Como su antecesora, no conseguiría abandonar la gravedad terrestre y sería llamada Kosmos-305. El Proton (241-01) colocó a la carga en órbita baja, pero el Bloque D, debido a un fallo en su sistema de control, no pudo acelerarla hacia su objetivo.

Gráfico de la versión N-1M (Foto: Mark Wade)    La naturaleza de los problemas sufridos por la etapa superior no impediría que otros cohetes idénticos fueran lanzados en meses sucesivos y en misiones diversas, pero las E-8-5 deberían esperar hasta principios de 1970 para reanudar su intento de conquista lunar.

TODO PUEDE OCURRIR

    La U.R.S.S. no había abandonado totalmente su programa de alunizaje tripulado. Como hemos visto, se trataba de continuar con las pruebas a un ritmo menos frenético. El objetivo, perdida la oportunidad de ser los primeros, consistiría ahora en hacerlo mejor que los americanos.

    El obligado tiempo de espera necesario para la reconstrucción de las rampas de lanzamiento serviría para ensayar de forma más rigurosa los motores de la primera etapa del N-1. Paralelamente, el tren lunar L-3 sería redefinido. Una versión mejorada L-3M permitiría estancias sobre nuestro satélite de mayor duración que las que tenían previstas los norteamericanos, lo cual implicaría probablemente el uso de una versión más potente del N-1 (N-1M). El 28 de mayo de 1969, Mishin ya había programado los trabajos necesarios para conseguir que este vehículo pudiese colocar 150 toneladas en órbita baja. Un cohete así permitiría también un hipotético vuelo a Marte y situar una estación espacial muy grande alrededor de nuestro planeta.

    Precisamente, el concepto contemporáneo de estación espacial estaba representado por las pequeñas Almaz (OPS). Su filosofía era simple y consistía en colocar en órbita uno o más módulos para investigaciones científicas y militares, gracias a cohetes Proton. Las tripulaciones accederían a ellos de forma periódica, mediante cápsulas T.K.S. o Soyuz.

    Sólo había un problema. La complicada logística que implicaba el mantenimiento de las estaciones tenía un importante Talón de Aquiles: el acoplamiento de las naves espaciales. Para eliminar esta incertidumbre, sería muy útil continuar ensayando este tipo de maniobras.

    Con el lanzamiento simultáneo de tres Soyuz 7K-OK, los soviéticos matarían varios pájaros de un tiro. En primer lugar, y a pesar de la aparente derrota lunar, demostrarían que aún eran capaces de llevar a cabo misiones espectaculares. En segundo lugar, la unión de dos de ellas permitiría simular el acoplamiento entre la Soyuz y una supuesta estación orbital. En tercer lugar, si incluimos la transferencia de tripulaciones, la misión reproduciría lo que las LK y LOK deberían hacer alrededor de la Luna.

Una Soyuz 7K-OK (Foto: Mark Wade)

    Ninguna de estas posibilidades trascendió directamente. La magnitud de la empresa sólo se haría evidente cuando las Soyuz-6, 7 y 8 despegaron el 11, 12 y 13 de octubre de 1969, a bordo de sendos cohetes 11A511. Georgi Shonin y Valery Kubasov viajaron en la Soyuz-6 (cápsula 7K-OK número 14); Anatoly Filipchenko, Vladislav Volkov y Viktor Gorbatko lo hicieron en la Soyuz-7 (7K-OK número 15); y por último, Vladimir Shatalov y Alexei Yeliseyev volaron en la Soyuz-8 (7K-OK número 16). Una vez en órbita, las tres naves maniobraron entre sí, variando sus trayectorias y aproximándose entre ellas.

    Las Soyuz-7 y 8 debían unirse como habían hecho sus antecesoras, las Soyuz-4 y 5, pero en esta ocasión, la Soyuz-6 permanecería cerca para filmar el espectacular evento. También estaba previsto un paseo espacial durante el cual al menos uno de los tripulantes de la Soyuz-7 pasaría a la otra nave.

Una Soyuz despega desde el cosmódromo de Baikonur (Foto: Mark Wade)

    Nada de ello se llevaría finalmente a cabo, dado que el acoplamiento no llegaría a producirse. El fallo que lo impidió afectó a las tres Soyuz de forma simultánea ya que la electrónica que gobernaba tan delicada maniobra había resultado dañada durante una prueba en tierra realizada con helio a presión. La citada prueba intentaba comprobar la estanqueidad de las tres cápsulas. Por eso, ninguno de los sistemas funcionó bien y el intento debió ser abandonado.

    La Soyuz-6, que había sido equipada con un prototipo de una herramienta pensada para realizar soldaduras en el vacío (Vulkan), pudo realizar otras tareas suplementarias despresurizando el módulo esférico orbital y por tanto no desperdició totalmente su presencia en el espacio.

Una Soyuz despega desde el cosmódromo de Baikonur (Foto: MM)

    Las tres cápsulas aterrizaron en días sucesivos entre el 16 y el 18 de octubre, sin que los analistas occidentales tuvieran muy claro para qué habían volado. Para la prensa, la U.R.S.S. sólo había demostrado que podía tener a tres naves tripuladas (y siete cosmonautas) de forma simultánea en órbita. más

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