CAPITULO 6
EN EL FRAGOR DE LA COMPETICION

 

"Hay peregrinos de la eternidad, cuya nave va errante
de acá para allá, y que nunca echarán el ancla".

-Lord Byron (1788-1824).

 

    La Unión Soviética jugaba con dos barajas a la vez. Con ello incrementaba las posibilidades de un éxito parcial, político, pero también ponía en peligro sus objetivos finales si no contaba con los recursos apropiados para manipularlas. En ocasiones, demasiadas cartas entre los dedos provocan la caída al suelo de algunas de ellas. El lapso necesario para agacharse y recogerlas puede ser crucial en una carrera contra el tiempo.

La formidable y progresiva apuesta americana para ir a la Luna (Foto: NASA)    América apostaba por una sola y simple meta: el alunizaje. Para ello desarrolló las herramientas adecuadas, con las cuales también era posible llevar a cabo lo que en la U.R.S.S. había supuesto un caro y extenuante programa paralelo. La más importante decisión de la carrera lunar estaba a punto de ser tomada...

EL EFECTO POGO

    La N.A.S.A. preparaba el primer vuelo tripulado de la serie Apolo para dentro de unos meses, mientras ponía juntas, una a una, todas las piezas del rompecabezas. Si lo lograba, la puerta del alunizaje se abriría ante ellos mostrando su amplio umbral, listo para ser atravesado.

    El segundo vuelo del cohete Saturn-V (SA-502, Apolo-6) sería un paso importante en esa dirección, y no muy distinto de su antecesor. Transportaría la nave Apolo CSM-020 y una estructura dinámica LTA-2R en lugar del Módulo Lunar, que todavía no estaba listo. Los ingenieros querían confirmar la perfecta separación de las tres etapas de propulsión y ensayar otros momentos importantes del vuelo.

(Contempla cómo es la cápsula Apolo)

    La euforia despertada por el exitoso SA-501, sin embargo, se disiparía rápidamente: el lanzamiento se produjo el 4 de abril de 1968, y ya en los primeros instantes del ascenso se empezaron a experimentar ciertas dificultades técnicas. Por ejemplo, la etapa S-IC sufrió oscilaciones longitudinales, sobre todo durante la última fase de su funcionamiento. Era el llamado efecto Pogo, observado en el 501 si bien en esta misión alcanzó unas proporciones excesivas (oscilaciones de unos 5 ciclos por segundo).

    Con la separación de la S-IC, los cinco motores J-2 de la segunda fase entraron en ignición. Unos 4 minutos y medio después, el motor número dos se paró, siendo a continuación imitado por el número tres, lo que redujo en un 40 por ciento el empuje de la etapa S-II. El cerebro electrónico del cohete intervino entonces, recalculando el tiempo de encendido y la trayectoria.

    Cuando la S-IVB finalizó su tarea, la nave Apolo se encontró en una órbita algo desplazada del plan inicial, pero estable. Transcurridas tres revoluciones, se ordenó el reencendido de su motor J-2 para simular una trayectoria de retorno lunar, pero nada ocurrió: el cohete permaneció silencioso, ajeno a cuantos intentos se llevaran a cabo.

Se prepara el Apolo-6 (Foto: NASA)El despegue del SA-502 (Foto: NASA)

El Apolo-6 experimentaría problemas con el efecto Pogo (Foto: NASA)El personal de rescate examina la cápsula del Apolo-6 después del amerizaje (Foto: NASA)

    Las tres etapas del Saturn SA-502 habían tenido algún tipo de problema. Sin duda, una situación muy alejada de lo que se suponía debía esperarse de un vehículo que tenía que enviar a tres hombres a la Luna. Al menos, la nave Apolo fue separada del resto del cohete y, habiendo maniobrado con su propio motor (alcanzó unos 22.209 kilómetros de distancia), volvió a la Tierra, confirmando el buen diseño de su escudo térmico.

    Es cierto que si el Apolo-6 hubiera estado tripulado, sus ocupantes no hubieran corrido peligro, pero la N.A.S.A. debía hacerlo mucho mejor la próxima vez o de lo contrario el mandato del Presidente Kennedy no podría ser llevado a la práctica en la fecha prevista.

    Los problemas del efecto Pogo y de los motores J-2 (común en las dos etapas superiores) fueron resueltos rápidamente. La única cuestión era decidir cómo volaría el SA-503: si con tripulación o sin ella. Decisión en la que participarían, sin quererlo, los "amigos" soviéticos.

Primer plano de un módulo orbital de la cápsula Soyuz adaptada para un acoplamiento (Foto: Mark Wade)    En la U.R.S.S., se había alcanzado una importante encrucijada: ¿cómo afrontar los espectaculares avances americanos, desempeñados a la luz pública, sin miedo al fracaso, con confianza y valentía técnicas? En un sistema político y económico totalmente distinto, ésta era una pregunta sumamente difícil de contestar. Sólo quedaba la acción: acelerar el programa circunlunar para garantizar la moral soviética, y continuar adelante con las pruebas que posibilitasen el alunizaje.

    En este ámbito, mejorar el éxito de la unión de las Kosmos-186 y 188, dos cosmonaves Soyuz camufladas, tendría una relevancia considerable puesto que, si se lograba, implicaría que el próximo intento sería tripulado.

    La Soyuz 7K-OK número 8 fue lanzada al espacio el 14 de abril de 1968, a bordo de un cohete 11A511. Una vez en órbita fue bautizada como Kosmos-212. Al día siguiente, la número 7 seguía sus pasos, recibiendo el nombre de Kosmos-213. La primera sería el vehículo activo, de modo que accionó su sistema de navegación y se dirigió al encuentro de su compañera en cuanto ésta se encontró en la trayectoria prevista. Ambas funcionaron con normalidad y desempeñaron su misión tal y como estaba previsto: la unión se produjo sólo 47 minutos después del despegue de la Kosmos-213. Una cámara de televisión mostró en todo momento la maniobra a los controladores situados en tierra.

    Aunque las dos naves no realizaron nada nuevo respecto a sus antecesoras, la U.R.S.S. estaba necesitada de primicias espaciales y por eso retransmitió en directo el acoplamiento. Tres horas y 50 minutos después, todo había acabado: las Soyuz se separaron, a la espera de iniciar la reentrada.

 La configuración del primer vuelo del N-1 (Foto: Mark Wade)   La cápsula de descenso de la Kosmos-212 fue recuperada el día 19, mientras que la otra lo fue al día siguiente. Una de ellas, además, aterrizó en medio de una considerable tormenta y, dado que los paracaídas no fueron expulsados, fue arrastrada por la fuerza del viento a través de varios kilómetros. Ambas habían seguido una trayectoria especial que permitía desaceleraciones de 3 ó 4 Gs, frente a las habituales rutas de descenso balístico que suponían 8 ó 9 Gs. Completada la inspección técnica, todo parecía en orden. Aparentemente, después del desgraciado accidente que costó la vida a Vladimir Komarov, el sistema Soyuz estaba por fin listo para un acoplamiento orbital tripulado.

    En esta dirección se dirigirían los preparativos, pero antes, Chelomei quería llevar a cabo lo que había prometido: el primer sobrevuelo y recuperación de una cosmonave circunlunar L-1.

    La cosmonave 7K-L1 número 8 fue unida a su lanzador 8K82K/Bloque D (232-01) y lanzada desde Baikonur el 23 de abril. La ventana de lanzamiento utilizada delataba claramente que este vehículo sí se dirigía a la Luna, pero nadie tendría oportunidad de comprobarlo. A unos 260 segundos del despegue, durante el funcionamiento de la segunda etapa, un cortocircuito afectó al sistema de detección de fallos de la L-1. Creyendo ésta que el cohete tenía algún problema, ordenó el apagado de los motores y la activación de la torreta de salvamento. Si bien la cápsula fue posteriormente recuperada, la fracasada misión implicaría un nuevo largo período de investigaciones y un retraso en la consecución del objetivo perseguido: rodear la Luna con hombres a bordo a mediados de año.

    ¿Y el N-1? Las previsiones de un primer lanzamiento en marzo de 1968 habían probado ser demasiado optimistas. Con el Saturn-V volando ya para la N.A.S.A., el cohete soviético había encontrado grandes problemas durante su integración, y no sería hasta el 7 de mayo que el primer ejemplar completo pudo ser situado en la rampa de lanzamiento 110 Este del cosmódromo de Baikonur. Varias fotografías tomadas desde los satélites espía americanos Key Hole, que observaban constantemente el territorio soviético, mostraron claramente su impresionante figura.

    Las imágenes, por supuesto, llegaron a la Casa Blanca y al responsable absoluto de la N.A.S.A., James Webb. Éste, en repetidas reuniones, mostró al Gobierno las hipotéticas características del N-1, advirtiendo del inmenso peligro que el vehículo (apodado después "el gigante de Webb") podía suponer para el programa lunar americano. Fue un último esfuerzo por evidenciar la existencia de un rival que muchos, a pesar de anteriores experiencias, habían empezado a despreciar. Webb veía menguar los presupuestos de la N.A.S.A. y la cancelación de futuros vuelos debido a la presión ejercida por la escalada violenta en el Vietnam, así que deseaba motivar a sus superiores atemorizándoles. No lo consiguió y dimitió, incluso antes de que la agencia lograse el primer alunizaje, convencido de que los soviéticos, a despecho de sus advertencias, podrían efectivamente superarlos en el último momento. Ello hubiese sido un nuevo desastre nacional, después del mucho dinero invertido, y no quería ser el responsable, la cabeza de turco de tal situación.

    Con el tiempo, se ha constatado la extraordinaria similitud entre los gráficos del N-1 elaborados por los servicios de inteligencia de la C.I.A. y el aspecto real del cohete, lo que prueba la efectividad de dicha agencia en ciertas situaciones. Pero esto era algo que no preocupaba a Mishin y los suyos. Antes o después, el N-1 debía ser sacado al exterior y lanzado al espacio, y no se podía hacer nada razonable por ocultarlo.

 

    Como hemos dicho, el primer ejemplar completo, vacío de propelentes y con número de serie 4L, fue colocado en la rampa de despegue con el objeto de verificar exhaustivamente todas las conexiones entre él y la torre de servicio. Si todo iba bien, sería posible programar un lanzamiento hacia septiembre de 1968. La carga útil consistiría en una cápsula 7K-L1S (una cosmonave procedente del programa circunlunar) unida a un módulo de propulsión delantero construido por el grupo de Isayev (como el que usaría la 7K-LOK), y una maqueta del módulo lunar LK. El N-1 aún no podía transportar la carga completa debido a su falta de preparación (sólo podía enviar hacia la órbita unas 70 toneladas), lo que justificaba la presencia de la más ligera 7K-L1S.

Un croquis del conjunto L-3 (Foto: Mark Wade)    De pronto, durante una comprobación de rutina, los técnicos advirtieron varias fisuras en la estructura del tanque del oxígeno líquido de la primera fase, provocadas quizá durante las maniobras de instalación en la zona de despegue. Eran grietas muy pequeñas, menores que el diámetro de un cabello humano, pero lo bastante importantes como para provocar una explosión durante la fase de llenado del comburente y su presurización. Necesitado de reparaciones, el vector fue devuelto al hangar de donde procedía en junio.

    En dicho hangar se hallaba toda la maquinaria necesaria para el moldeado de las grandes placas metálicas que conformaban la estructura exterior del cohete. Tan complicada resultó la reparación que se decidió desmontar la primera etapa pieza a pieza y aprovechar de ella sólo aquellas estructuras en óptimo estado (motores, etcétera).

    En cuanto a las etapas superiores, fueron instaladas en la maqueta 1M1 para entrenar al personal de tierra hasta que estuviese listo otro N-1 completo (el 3L, 3 Letnaya o Vuelo 3).

    Con la misión inaugural del N-1 aún a varios meses vista, la Comisión de Estado planteó un nuevo calendario para la misión circunlunar. El 16 de junio se había efectuado una prueba balística para ensayar el amerizaje de una cápsula L-1 en el Mar Negro, con buenos resultados, de modo que durante la reunión de dicha comisión (26 de junio) se decidió lanzar al espacio otra cápsula no tripulada en el mes de julio. Después, se sucedería una nueva misión cada mes hasta acumular tres o cuatro totalmente exitosas. Sólo en ese caso sería razonable embarcar a los dos primeros cosmonautas en octubre o noviembre. más